1 Samuel 20:1
“David huyó de Nayot de Ramá y fue adonde estaba Jonatán. ¿Qué he hecho yo? Le preguntó. ¿Qué crimen o delito he cometido contra tu padre, para que él quiera matarme?”.
David preguntó: ¿Qué he hecho yo? Nunca había hecho nada en contra de Saúl. El hecho es que realmente le había ayudado. Pero Saúl nunca se comportó como rey. Dios sabía que no era un rey, ni tampoco era el hombre que Él había elegido. El pueblo había querido tener un rey y desearon que Saúl fuera aquel rey. Sucedió lo mismo que en los tiempos de Moisés, cuando se encontraban todos en el desierto. Recordemos ese incidente. Los israelitas se habían quejado de la dieta (el maná) que Dios les había provisto y pidieron carne. Dios les dio lo que pidieron: les dio codornices en abundancia. Sin embargo, fue evidente que no estaban confiando en Dios. Si hubieran confiado en el Señor, habrían estado satisfechos con el maná y no habrían clamado por carne; y habrían entonces disfrutado de alegría y paz en sus vidas. No obstante, al final, Dios les castigó por su rebeldía e incredulidad.
Muchos cristianos hoy en día pretenden adelantarse a los planes del Señor. Le piden esto, aquello, y lo otro. No están dispuestos a permanecer en calma y en una actitud espiritual dependiente, permitiendo que Dios obre en sus vidas y les provea lo necesario. Muchas veces Él nos concede nuestras peticiones, y nos sorprendemos agradablemente cuando Él contesta nuestras oraciones, pero el resultado no es siempre satisfactorio. A veces le pedimos algo e insistimos tanto, que al final Dios nos concede nuestra petición; pero a veces ocurre que después que la hemos recibido, nos damos cuenta de que es lo peor que nos podía haber sucedido, y permanecemos insatisfechos. Y eso fue lo que ocurrió en cuanto a los hijos de Israel, con su gran insistencia por tener un rey. Nunca debieron haber tenido a Saúl por rey. Saúl ciertamente fue la causa de muchos problemas; y aquí vemos que David estaba perplejo. No podía comprender por qué Saúl le perseguía con tanto rencor y crueldad.
En otras ocasiones hemos resaltado el poder transformador de Dios, convirtiendo a quienes han confiado en Jesucristo en nuevas personas. Como contraste, en este devocional, hemos observado el poder transformador del enemigo de Dios, dominando, esclavizando a un rey, convirtiéndole en un soberano insatisfecho que gobernó a un pueblo insatisfecho e insaciable, en un ser dominado por la envidia, en un asesino que con fría premeditación intentaba acercarse a su víctima indefensa y pacífica, utilizando para ello incluso a su propia familia.
Dios había permitido que un espíritu malo pusiera en evidencia los verdaderos sentimientos que había en el corazón de Saúl. Y, como aquel rey, todos aquellos que son hoy esclavos del pecado, son personas desdichadas. Están condenadas a dejarse arrastrar por las peores pasiones y no pueden liberarse de esa situación por sí mismas. Por todo ello, estimado amig@, queremos dejarle hoy una palabra de esperanza. Es posible romper ese círculo vicioso y trágico. Es posible alcanzar la verdadera libertad. La solución no se encuentra precisamente en el sistema que, o bien se opone a Dios o pretende que le ignoremos, alegando que desconocemos su existencia. La respuesta, la solución, está expresada en el pasaje Bíblico de Juan 8:34-35, cuando Jesús, hablando ante judíos que le dijeron con orgullo, pero faltando a la verdad; “Jamás hemos sido esclavos de nadie”, Jesús les respondió: “Todo aquel que practica el pecado, esclavo es del pecado. Así que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres”. Estimado amig@, ¿no cree usted que vale la pena aceptar este ofrecimiento del Hijo de Dios?
Esta historia de hoy, nos confronta cuando pedimos algo con fe, sin saber si es para el bienestar de nuestras vidas. También nos confronta cuando elegimos mal un gobernante, y para terminar este devocional de hoy, los dejo con las palabras del sabio Jesús ben Sirá, “Todo pueblo tiene el gobierno que se merece. Cuando el rey es ignorante, el pueblo acaba en la ruina; cuando el rey es sabio, el pueblo prospera. Dios tiene en sus manos el poder de gobernar este mundo, y el poder de nombrar gobernantes. Cuando llega el momento, elige al gobernante adecuado y le da su propia autoridad”. Este es un muy buen texto para orar sabiamente en tiempo de elecciones.
Dios los guarde y los proteja siempre.
Pastor Kike Escobar (WMF)
Unidad Internacional de Oración (UIO)
Restoration Church UK
www.kikeescobar.com
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