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Foto del escritorPs. Kike Escobar

Devolviendo bien por mal

1 Samuel 19: 8-10


“Volvió a estallar la guerra. David salió a pelear contra los filisteos, y los combatió con tal violencia que tuvieron que huir. Sin embargo, un espíritu maligno de parte del Señor se apoderó de Saúl. Estaba sentado en el palacio, con una lanza en la mano. Mientras David tocaba el arpa, intentó clavarlo en la pared con la lanza, pero David esquivó el golpe de Saúl, de modo que la lanza quedó clavada en la pared. Esa misma noche David se dio a la fuga”.


David continúa prestando sus buenos servicios a su rey y a su país. Usaba su espada con la misma valentía de siempre en servicio de su nación. De nuevo estalló la guerra contra los filisteos, lo que dio a David otra oportunidad de promocionarse. También Usaba su arpa con la misma alegre maestría de siempre en servicio de su rey. Cuando Saúl sufría sus ataques de melancolía, David tocaba el arpa para aliviarle. Había aprendido a devolver bien por mal y a confiar en Dios, en cuanto a su seguridad personal, mientras cumplía con su deber.


Mientras David actuaba correctamente, Saúl continuaba albergando malos sentimientos contra David. El mismo que había jurado por Jehová, hacía poco, que David no moriría, ahora se empeña de nuevo en matarle él mismo. El miedo y la envidia eran para Saúl un tormento tan tremendo que no podía estar con una lanza en la mano, supuestamente para su protección sin que la empleara para intentar la destrucción de David; pues de nuevo trató de clavarlo con ella en la pared, arrojándosela con tanta fuerza que la clavó efectivamente en la pared, pero no a David.


Podemos observar en esta historia, como Dios continúa protegiendo a David y saca bienes de males a favor de él. Saúl erró el golpe porque David era demasiado rápido para él y escapó a tiempo aquella noche. A estas protecciones de Dios, entre otras, se refiere David frecuentemente en sus salmos, cuando dice que Dios era su escudo y adarga, su roca y su fortaleza, que libraba de la muerte su alma.


Salmo 91:1-6


“El que habita a la sombra del Altísimo, se acoge a la protección del Todopoderoso. Yo le digo al Señor: Tú eres mi refugio, mi fortaleza. Dios mío, confío en ti.


Dios te salvará de los peligros escondidos y de las enfermedades peligrosas; pues te protegerá con sus alas y bajo ellas hallarás refugio. Su fidelidad será tu escudo y tu muralla protectora.


No te atemorizarán los peligros de la noche, ni las flechas que se lanzan en el día; tampoco las plagas que llegan en la noche, ni las epidemias que a plena luz del día causan destrucción”.


Dios es nuestra protección, un refugio cuando tenemos miedo. La fe del escritor, en el Dios todopoderoso como protector, lo sacaría airoso de todos los peligros y temores de la vida. Esto debe ser un ejemplo también para nuestra confianza: cambiar todos nuestros temores por la fe en Dios, sin importar qué tipo de temor sea. Para hacerlo debemos “habitar” y “morar” con Él. Al encomendarnos a su protección y al prometerle nuestra devoción diaria, estaremos seguros.


Dios mismo será nuestro protector: Con su instinto maternal, la gallina no solo protege a sus polluelos, sino que los llama cuando los ve en peligro para que vengan a protegerse bajo sus alas; no solo los pone a seguro, sino que les conserva el calor. Dios se complace en compararse a un ave por el sumo cuidado con que protege a los suyos. Plumas y alas, aun extendidas con toda ternura, son débiles y frágiles; por eso se añade: “Escudo y adarga es su verdad”: la fidelidad a Su promesa es una fuerte defensa. Dios está dispuesto a proteger a su pueblo como una gallina a sus polluelos, tiene poder para ello como un guerrero bien armado.


1 Pedro 3:9


“Si alguien les hace algo malo, no hagan ustedes lo mismo; si alguien los insulta, no contesten con otro insulto. Al contrario, pídanle a Dios que bendiga a esas personas, pues él los eligió a ustedes para que reciban bendición”.


En nuestro mundo caído, a menudo se hiere verbalmente a las personas o se da la espalda si nos sentimos heridos. Pedro, recordando las enseñanzas de Jesús de dar la otra mejilla, anima a sus lectores a responder con oración en favor de los ofensores. En el reino de Dios, la venganza es una conducta inaceptable, como el insultar a una persona, sin que importe si ha sido o no con intención. Sobrepóngase a la tendencia de herir a quienes lo hieren. En lugar de reaccionar con enojo, ore por esas personas, no podemos olvidar que fuimos elegidos para bendecir y recibir bendición.


Dios los guarde y los proteja siempre.


Pastor Kike Escobar (WMF)

Unidad Internacional de Oración (UIO)

Restoration Church UK

www.kikeescobar.com

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