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Foto del escritorPs. Kike Escobar

El aliento de vida (para Simón)


Eclesiastés 3:18- 21

“Pensé también en lo que la gente hace, y me dije: Dios está poniendo a prueba a la gente para que ellos mismos comprueben que son como animales. El ser humano no es mejor que el animal porque ambos terminan en lo mismo, mueren por igual y respiran el mismo aire. Todo eso no tiene sentido.

Todos van a un mismo lugar, vienen del polvo y al polvo volverán. ¿Quién sabe lo que pasa con el espíritu de un animal? ¿Quién sabe si el espíritu de un hombre sube a las alturas y el de un animal baja a la tierra?”.

El sabio Salomón nos muestra en estos versículos que, sin el temor de Dios, tampoco el poder ni la vida misma sirven para nada útil.

La semana pasada murió mi mascota Simón, la cual llevaba conmigo seis años. En este tiempo de pandemia, se convirtió en esa compañía permanente en todo lo que realizaba, fue ese perro amigo y juguetón, el cual extraño y agradezco a Dios, me haya permitido compartir con él estos años. Buscando consuelo en la palabra de Dios y después de algunos días de llanto, encontré guiado por el Espíritu Santo, esta hermosa palabra que les comparto hoy.

Tenemos aquí la vanidad del hombre en cuanto que es mortal. Sin el temor de Dios, la razón natural que los hombres poseen les da poca ventaja sobre los animales. Pero no culpen a Dios y digan que ha hecho de este mundo la prisión del hombre, y de esta vida un castigo, pues Dios hizo al hombre un poco inferior a los ángeles, “Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra (Salmo 8:5); si el ser humano es vil y miserable, es únicamente culpa suya.

No es fácil convencer a los orgullosos de que no son sino humanos, pero es más difícil todavía convencerles de que, sin el temor de Dios, son como animales. La muerte se lleva al hombre lo mismo que al animal; ambos retornan al polvo del que salieron; ambos perecen igualmente cuando se les corta la respiración (del hebreo, ruaj, soplo o aliento de vida); ambos van al mismo lugar, al mismo estado, de descomposición.

Nadie percibe la diferencia, pues no es visible, pero el mismo Salomón nos dice que el espíritu del hombre vuelve a Dios, Eclesiastés 12:7, “Volverá entonces el polvo a la tierra, como antes fue, y el espíritu volverá a Dios, que es quien lo dio”.

Nuestros cuerpos no pueden vivir para siempre en el estado presente. En ese sentido, la humanidad y los animales son iguales. Sin embargo, Salomón reconoció que Dios ha dado al hombre la esperanza de la eternidad, y que Dios nos juzgará en el más allá, lo que nos hace diferentes de los animales. Debido a que el hombre tiene la eternidad implantada en su corazón, tiene un propósito único en el plan general de Dios. Aun así, el propósito de Dios no lo podemos descubrir por nuestros propios esfuerzos, sino estableciendo una relación con El y buscando su dirección. ¿Está usted viviendo ahora como Dios quiere? ¿Ve la vida como un regalo divino?

Los que viven como animales no pueden esperar otra cosa que morir como animales. La conclusión que deduce Salomón en Eclesiastés 3:22 es, “Así que me di cuenta de que lo mejor que uno puede hacer es disfrutar de su trabajo. Eso es todo lo que tiene. La gente no debiera preocuparse del futuro porque nadie puede decirle a uno lo que va a suceder”. El sabio Salomón nos enseña en esta conclusión que hemos de procurar sacarle a la vida honestamente nuestra porción y, con el temor de Dios, mantener limpia la conciencia, pues nadie en esta vida (debajo del sol) puede hacernos vislumbrar lo que nos espera en la otra, ya que por fe andamos, no por vista.

Dios “ha puesto eternidad en el corazón del ser humano”, significa que nunca podremos estar completamente satisfechos con los placeres y logros terrenales. Debido a que Dios nos ha creado a su imagen y semejanza, tenemos deseos espirituales y valores eternos, y nada que no sea el Dios eterno puede satisfacernos verdaderamente. Él ha puesto en nosotros añoranza por ese mundo perfecto que sólo se halla bajo su gobierno perfecto. Nos ha permitido vislumbrar la perfección de su creación, pero sólo en un débil resplandor. No podemos ver el futuro ni comprender todas las cosas. De modo que debemos confiar en El ahora y realizar aquí el trabajo que nos corresponde hacer.

Puedo decir, que disfruté a mi mascota Simón y la cuidé como enseñan los principios bíblicos, no sé qué nos depara la vida en el futuro, lo cierto es que debemos vivirla a plenitud día a día y confiar en que Dios tiene el control de todo.

Feliz día, Dios los guarde y los proteja siempre.

Un abrazo.

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