Continuamos hoy nuestro estudio del libro de Ester y llegamos al capítulo 8. En nuestro devocional anterior vimos que las circunstancias habían cambiado completamente. Había salido un decreto del rey, que el pueblo de Dios tenía que ser destruido, pero Dios por medio de Su providencia, había colocado en el trono, al lado del rey, a una hermosa reina, Ester. La voluntad de Dios para esta gente era que ellos regresaran a su propia tierra. Al no haberlo hecho, estaban viviendo al margen de la voluntad de Dios. Pero estaban protegidos por la providencia de Dios, que nos muestra que Dios puede prevalecer, dominar y cambiar las cosas.
Estimado amig@, debemos estar agradecidos por esto, Dios interviene muchas veces a nuestro favor para que podamos llevar adelante Su propio plan y propósitos, aun cuando usted y yo estemos fuera de Su voluntad. De modo que, este hombre Amán, el que había preparado ese decreto de destruir a los judíos, murió en la misma horca que había construido para ahorcar a Mardoqueo.
Pero aunque Amán estaba muerto, la amenaza de muerte pendía aún sobre todos los judíos. El decreto que él había enviado a todas las provincias del imperio establecía que los judíos debían ser exterminados en una fecha determinada. Como el decreto era una ley de los medos y los persas, no podía ser cambiado. Ello presentaba un verdadero problema, ¿cuál sería la solución? Este capítulo tiene la respuesta.
Ester 8:1-2
“Ese mismo día el rey Asuero le dio a la reina Ester las propiedades de Amán, el enemigo de los judíos. Mardoqueo se presentó ante el rey, porque Ester le había dicho cuál era su parentesco con ella. El rey se quitó el anillo con su sello, el cual había recuperado de Amán, y se lo obsequió a Mardoqueo. Ester, por su parte, lo designó administrador de las propiedades de Amán”.
Por primera vez, Ester dio a conocer que Mardoqueo era su padre adoptivo, el mismo hombre que no se había querido inclinar ante Amán y por quien se promulgó ese decreto, al comienzo de este estudio. Este pasaje nos indica que el rey tenía completa libertad para disponer de la utilización de su anillo. Esta era realmente una joya importante. Pudo ser oprimido contra la cera blanda para promulgar una ley que destruyera a un pueblo. Éste era el anillo que el rey había entregado a Amán cuando era el primer ministro. Este anillo pasó a Mardoqueo y quedó entonces en buenas manos, pero al rey no parecía importarle mucho el autorizar a otros para que lo usaran.
En Lucas 15:22 dice, “Pero el padre ordenó a sus siervos: ¡Pronto! Traed la mejor ropa para vestirlo. Ponedle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies”. Cuando el hijo pródigo regresó a casa del Padre, el Padre coloca un anillo como símbolo del privilegio de ser hijo y de autoridad. El anillo se colocaba en la mano derecha. Hoy nosotros somos el anillo de sellar de Dios, somos representantes de Cristo en la tierra, llamados a reparar y restaurar en el nombre de Jesucristo.
Nuestro Padre Celestial nos ha escogido como Sus anillos de sellar, nos ha dado autoridad en Cristo para ser parte de los que regiremos en las naciones. Es el tiempo de tomar autoridad, ponernos en pie y revestirnos de la potestad dada por Dios desde los cielos.
Estamos completos en Cristo. Somos Sus anillos aquí, con nosotros Dios sella y ejerce la autoridad de Cristo. Somos Su cielo representado en la tierra. Somos anillos de sellar porque Jesucristo así lo quiso. Amén.
Un abrazo.
Pastor Kike Escobar (WMF)
Unidad Internacional de Oración (UIO)
Restoration Church UK
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