Mateo 7:1
“No juzguen a los demás, para que Dios no los juzgue a ustedes”.
Jesús dice que debemos examinar nuestras motivaciones y conductas en vez de criticar a los demás. Lo que nos molesta en otros son con frecuencia los hábitos que no nos gustan en nosotros mismos. Nuestros malos hábitos y moldes de conducta indómitos son los que queremos cambiar en otros. ¿Halla usted fácil magnificar las faltas de otros y no fijarse en las suyas? Si está a punto de criticar a alguien, vea si no merece usted la misma crítica. Júzguese primero y luego perdone con amor a su prójimo y ayúdelo.
La declaración de Jesús “No juzguéis” se refiere a la crítica y actitud de juicio con que se derriba a otros a fin de ponerse encima uno mismo. No es una condenación de cualquier crítica, sino un llamado a discernir antes de ser negativo. Será difícil encontrar alguien que no haya sido culpable de algún grave juicio erróneo; o que lo haya sufrido de otras personas. Y sin embargo, lo raro es que no habrá otro mandamiento de Jesús que se olvide o quebrante con más frecuencia que este.
Solo Dios puede juzgar, hay tres grandes razones para no juzgar a nadie:
1. Nunca conocemos totalmente los hechos o a la persona. El hecho es que, si supiéramos lo que algunas personas tienen que pasar, en vez de condenarlas, nos admiraría el que hubieran conseguido ser tan buenas como son.
Hay algo bueno en todo el mundo. Nuestro deber es no condenar ni juzgar por lo que aparece a la superficie, sino buscar la belleza interior. Eso es lo que querríamos que los demás hicieran con nosotros, y lo que debemos hacer nosotros con ellos.
2. A todos nos es prácticamente imposible el ser estrictamente imparciales en nuestros juicios. Una y otra vez presentamos reacciones instintivas e irracionales con la gente. Solo una persona totalmente imparcial tendría derecho a juzgar. No le es posible a la naturaleza humana ser completamente imparcial. Solo Dios puede juzgar.
3. Pero fue Jesús Quien estableció la razón suprema por la que no debemos juzgar a los demás. Nadie es lo bastante bueno para juzgar a otro. Jesús hace la caricatura de un hombre que tiene una viga metida en un ojo, que se ofrece para quitarle una mota de polvo que tiene otro en el ojo. El humor de esa escena provocaría una carcajada que grabaría la lección indeleblemente.
Mateo 7:3-5
“¿Por qué te fijas en la pajita que tiene tu amigo en el ojo, pero no te das cuenta de la viga que tienes en el tuyo? ¿Cómo te atreves a decirle a tu amigo: Déjame sacarte la pajita que tienes en el ojo, mientras que en el tuyo hay una viga? ¡No seas hipócrita! Primero saca la viga de tu ojo y verás mejor para poder sacar la pajita del de tu amigo”.
Solo uno que no tuviera ninguna falta tendría derecho a buscarles a los demás las suyas. Nadie tiene derecho de criticar a otro a menos que por lo menos esté preparado a intentar hacer mejor lo que critica.
Todas las asociaciones y todas las iglesias están llenas de personas, de miembros, dispuestas a criticar desde sus puestos, sin embargo, no están dispuestos a asumir ninguna responsabilidad. El mundo está lleno de personas que reclaman su derecho a criticarlo todo y a mantener su independencia cuando se trata de arrimar el hombro y beneficiarse.
Nadie tiene derecho a criticar a otro si no está dispuesto a ponerse en la misma situación. No hay nadie que sea suficientemente bueno para tener derecho a criticar a otros. El orgullo personal tiende a cubrir los propios defectos proyectándolos sobre los demás.
Tenemos de sobra que hacer para poner en orden cada uno su propia vida sin ponernos a ordenar criticonamente las de los demás. Haríamos bien en concentrarnos en nuestros propios defectos, y dejarle a Dios los de los demás.
Cristo no prohíbe la crítica, ni la expresión de opiniones, ni que condenemos lo que está mal hecho. Lo que prohíbe es la censura implacable que pasa por alto las faltas propias mientras se asume el papel de supremo juez de los pecados de los demás.
El juicio de quienes juzgan a los demás sigue la pauta de la ley del talión: Con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados. El Dios justo observa, a veces, en sus juicios la regla matemática de la proporción: Con la medida con que medís, os será medido; con frecuencia, esto ocurre ya en la vida presente, para que los hombres puedan leer su pecado en el castigo.
En el primer tercio del siglo actual, en un pueblecito de Aragón, un hombre que había matado a su hermano en discusión por la herencia de un caballo fue muerto poco tiempo después, a dentelladas y sin motivo aparente, por el mismo caballo. ¿Qué sería de nosotros, si Dios fuese tan severo en juzgarnos como lo somos nosotros en juzgar a otros? ¿Qué, si Él nos pesase en la misma balanza? Podemos esperarlo así, si persistimos en señalar todo cuanto los demás dejan que desear en nuestra opinión. En esto como en otras cosas, los que tiran piedras al tejado ajeno ven arruinado su tejado de cristal.
Así como Dios perdona a quien perdona a sus hermanos, así también dejará de juzgar a quienes no juzgan a sus hermanos; los misericordiosos alcanzarán misericordia. Amén.
Dios los guarde y los proteja siempre.
Un abrazo.
Pastor Kike Escobar (WMF)
Unidad Internacional de Oración (UIO)
Restoration Church UK
www.kikeescobar.com
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