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Foto del escritorPs. Kike Escobar

El poder de la oración en unidad


Hechos 1:12-14

“Entonces regresaron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, situado aproximadamente a un kilómetro de la ciudad. Cuando llegaron, subieron al lugar donde se alojaban. Estaban allí Pedro, Juan, Jacobo, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hijo de Jacobo.

Todos, en un mismo espíritu, se dedicaban a la oración, junto con las mujeres y con los hermanos de Jesús y su madre María”.

Los discípulos regresaron obedientes a Jerusalén, conforme a la orden de Jesús. Parece ser que, después de haber marchado a Galilea, su vuelta a Jerusalén pasó desapercibida a los ojos de la gente, pues Dios se encargó de que permanecieran escondidos a la vista de sus enemigos. En Jerusalén subieron al aposento alto. El artículo indica que era un aposento bien conocido, que la tradición identifica con el aposento en que Jesús y sus discípulos celebraron la Pascua anterior a la muerte del Señor. Aquí es donde, probablemente, se realizó el descenso del Espíritu Santo en Pentecostés. El mismo Lucas nos dice que estaban siempre en el templo, pero esto no significa que permanecieran allí continuamente, sino que acudían asiduamente al atrio del templo en las horas de oración.

Para los judíos, el sábado era el día de descanso en el que estaba prohibido hacer ningún trabajo. No se podía recorrer una distancia superior a los 2.000 codos, que se llamaba por esto “la distancia de un sábado” en la versión Reina-Valera “camino de un día de reposo”. El codo equivalía a 45 centímetros; es decir, que el sábado no se podía andar más de un kilómetro escaso.

Esta limitada distancia que podían recorrer, de acuerdo con la ley mosaica, alrededor de un kilómetro, hacía que la gente no se desplazase muy lejos de su lugar de residencia. Por tal motivo creemos que todos los discípulos se quedaron muy cerca del templo durante los días de fiesta, cuando llegaron a Jerusalén para adorar. El monte de los Olivos probablemente estaba cubierto por varios miles de personas, que estarían acampadas allí durante la época de las fiestas. ¿Por qué? Porque según dicha ley, tenían que quedarse dentro de un día de reposo de camino del templo.

Es interesante que los hermanos de Jesús estaban entre los primeros creyentes. Durante la vida de Jesús habían estado entre los que se le oponían. Puede ser que para ellos, como para tantos otros, fue la muerte de Jesús lo que les abrió los ojos y el corazón como no lo había hecho la vida de Jesús.

Se nos dice que los discípulos eran como unos 120. Probablemente ninguno de ellos había salido nunca de Palestina, donde había unos 4.000.000 judíos. Es decir, que eran menos del 1 por cada 30.000; algo así como 100 creyentes en una ciudad como Madrid o Barcelona. Y sin embargo, esas 120 personas habrían de ir a evangelizar al mundo entero. Si ha habido algo en el mundo que haya tenido un principio pequeño, ha sido la Iglesia Cristiana. Tal vez seamos los únicos cristianos en el taller, o en la fábrica, o en la oficina en que trabajamos, o en el círculo en el que nos movemos. Aquellos discípulos se enfrentaron con su tarea valerosamente y eso es lo que debemos hacer nosotros; y tal vez seamos el principio pequeño de la extensión del Evangelio en los ambientes en que nos movemos.

Después de la ascensión de Jesucristo al cielo, los apóstoles regresaron de inmediato a Jerusalén y se reunieron para orar. Jesús les dijo que el Espíritu Santo vendría sobre ellos dentro de no muchos días, de manera que tenían que esperar en oración. Cuando usted enfrente una tarea difícil, una decisión importante, un dilema confuso, su primer paso debe ser orar por el poder y la dirección del Espíritu Santo. No se apresure en el trabajo ni espere que salga como debe. De todos modos, su primer paso debe ser orar a fin de que el poder del Espíritu Santo le guíe.

¿Cómo empleaban el tiempo los discípulos de Jesucristo en la época de los Hechos? Perseveraban unánimes en oración y ruego. Todos los verdaderos hijos de Dios son un pueblo orante. De parte de los hombres, les esperaban peligros y aflicciones. ¿Está alguno afligido? Haga oración (Santiago 5:13). Pero, principalmente tenían ante sí una tarea gigantesca. Antes de ser enviados, Cristo había orado por ellos. Ahora eran ellos los que debían dedicarse con fervor a la oración.

Los que mejor se aprestan a recibir bendiciones de toda clase son los que perseveran en la oración. Oraban unánimes. Los que así guardan la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz son los mejor preparados para recibir los consuelos del Espíritu Santo. La unanimidad era espiritual y práctica, no solamente teológica, pues vemos que compartían sus vidas y posesiones. Se reunían, estudiaban juntos, compartían sus posesiones materiales. A menudo se reunían para orar, con lo cual ponían de manifiesto no solamente las buenas relaciones existentes entre ellos, sino también su total confianza en Dios.

No existe cosa que más nos una que la oración. La oración unánime trae unidad en el Espíritu Santo. Debemos orar como Iglesia, como familia, como discípulos, como parejas, como amigos, como hermanos en la fe. Difícilmente encontraremos congregaciones unidas, si primero no se unen en oración. La oración tiene poder en la unidad.

Cuando los pastores y las personas oran juntos, la Mano de Dios se mueve y hace posible lo imposible. Cuando trabajamos, trabajamos; pero cuando oramos, es Dios el que trabaja.

Continuara……

Feliz día, Dios los guarde y los proteja siempre.

Un abrazo.

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