Hechos 2:37-41
“Las palabras de Pedro traspasaron el corazón de ellos, quienes le dijeron a él y a los demás apóstoles: Hermanos, ¿Qué debemos hacer?
Pedro contestó: Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus pecados y volver a Dios, y ser bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados. Entonces recibirán el regalo del Espíritu Santo. Esta promesa es para ustedes, para sus hijos y para los que están lejos, es decir, para todos los que han sido llamados por el Señor nuestro Dios.
Entonces Pedro siguió predicando por largo rato, y les rogaba con insistencia a todos sus oyentes: ¡Sálvense de esta generación perversa!
Los que creyeron lo que Pedro dijo fueron bautizados y sumados a la iglesia en ese mismo día, como tres mil en total”.
En primer lugar, este pasaje nos muestra con una claridad meridiana el efecto de la Cruz. Cuando se le hizo ver a la gente lo que habían hecho cuando crucificaron a Jesús, se les partió el corazón. “Ya había dicho Jesús, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia Mí” (Juan 12:32). Si el pecado de la humanidad fue el responsable de la Cruz de Cristo, entonces nuestro pecado es el responsable. Todos los seres humanos hemos tomado parte en ese crimen. Cuando llegamos a comprender lo que pasó en la Cruz, no podemos evitar que se nos parta el corazón.
Esta experiencia requiere una reacción. Pedro dijo: ¡Lo primero y principal es que os arrepintáis! ¿Qué quiere decir arrepentirse? La palabra original quería decir en un principio cambiar de pensamiento; y cuando se cambia de pensamiento es porque el que se tenía antes era equivocado; de ahí que la palabra pasó a significar un cambio de mentalidad, o de actitud; y si la persona es honrada, el cambio de mentalidad requiere un cambio de acción, o de vida. Así que el arrepentimiento supone un cambio de mentalidad y un cambio de vida. Podría darse el caso de que alguien cambiara de mentalidad, y se diera cuenta de que sus obras no son como deben ser, pero que estuviera tan atado por los viejos hábitos que no quisiera cambiar de vida. O podría ser que uno cambiara de manera de obrar, pero que su mentalidad siguiera siendo la misma; su cambio sería motivado por el temor, o por razones de prudencia, pero su corazón todavía amaría las cosas viejas y, si tuviera oportunidad, volvería a ellas. El verdadero arrepentimiento incluye un cambio de mentalidad y un cambio de acción.
Cuando llega el arrepentimiento, algo pasa con el pasado. Hay perdón de pecados. El perdón de Dios cubre el pasado; pero tenemos que comprender que esto no quiere decir que se anulan las consecuencias del pecado. Cuando pecamos, nos hacemos algo a nosotros mismos y a otros que no podemos deshacer. Vamos a considerarlo de otra manera: cuando éramos pequeños y habíamos hecho algo malo, había una barrera invisible entre nosotros y nuestros padres. Pero, cuando íbamos a ellos y les decíamos que lo sentíamos y pedíamos perdón, nuestros padres nos abrazaban, y nos dábamos cuenta de que la relación se había restablecido y había desaparecido la barrera. El perdón no elimina las consecuencias de lo malo que hayamos hecho, pero nos pone otra vez en la debida relación con Dios. El alejamiento y el temor desaparecen, y nos encontramos otra vez en paz con Dios.
Cuando llega el arrepentimiento pasa algo con el futuro. Recibimos el don del Espíritu Santo. Aunque nos hayamos arrepentido, ¿Cómo vamos a evitar cometer los mismos errores una y otra vez? Viene a nuestra vida un poder que no teníamos antes, que es del Espíritu Santo; y con él podemos ganar las batallas que siempre perdíamos antes, y resistir todo lo que por nosotros mismos seríamos incapaces de resistir.
En el momento en que nos arrepentimos de veras somos liberados del alejamiento y del temor del pasado, y equipados para enfrentarnos con las responsabilidades y las batallas del futuro.
El mensaje de Pedro produjo convicción en los oyentes. Tenemos aquí a gente que tenía las Escrituras del Antiguo Testamento, que habían oído el mensaje, y habían conocido las profecías. Habían estado marchando en una sola dirección, pero alejándose de Dios, aunque tenían una religión que les había sido dada por Dios mismo. Y ahora se les dijo que tenían que arrepentirse. Es decir, necesitaban dar media vuelta, cambiar de dirección y dirigirse hacia Dios.
Tenían también que ser bautizados. El bautismo en agua sería la evidencia de que se habían arrepentido, de que habían acudido a Cristo y habían depositado su confianza en Él. No debían ya traer un sacrificio para ofrecerlo en el Templo. Debían mostrar una evidencia de que habían confiado en Cristo para la remisión de sus pecados. Su bautismo sería un testimonio del hecho de que Cristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Note usted que dijo que también recibirían el don del Espíritu Santo. Cualquiera que crea, que ponga su confianza en Jesucristo, recibirá el don del Espíritu Santo.
Continuara……
Feliz día, Dios los guarde y los proteja siempre.
Un abrazo.
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