Hechos 7:54-60
“Los líderes judíos se enfurecieron por la acusación de Esteban y con rabia le mostraban los puños. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, y vio la gloria de Dios y vio a Jesús de pie en el lugar de honor, a la derecha de Dios.
Y les dijo: ¡Miren, veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie en el lugar de honor, a la derecha de Dios! Entonces ellos se taparon los oídos con las manos y empezaron a gritar. Se lanzaron sobre él, lo arrastraron fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Sus acusadores se quitaron las túnicas y las pusieron a los pies de un joven que se llamaba Saulo.
Mientras lo apedreaban, Esteban oró: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Cayó de rodillas gritando: ¡Señor, no los culpes por este pecado! Dicho eso, murió”.
Muerte del primer mártir de la Iglesia cristiana. En esta historia, vemos el infierno con todo su fuego y toda su oscuridad, y el Cielo con toda su luz y todo su brillo. No se nos dice que se pusiese a votación el caso de Esteban y que, por mayoría de votos, se le juzgase reo y se le condenase así a muerte. Tampoco se nos dice que se le ejecutase con intervención del pueblo, sino que fueron sus acusadores los que llevaron a cabo toda la ceremonia legal de la ejecución.
Podemos observar en este cuadro la fuerza de la corrupción en los perseguidores de Esteban. La enemistad contra Dios es algo que corta el corazón, mientras que la fe y el amor lo curan. El que parecía un ángel antes de comenzar su discurso, hablaba como un ángel al terminarlo, pero ellos estaban resueltos a no dar oídos a una causa tan clara y bravamente defendida.
Llenos de rabia, no podían soportar las señales manifiestas de poder divino que se manifestaban en Esteban. El rechinar de dientes se usa a menudo para expresar el terror y los tormentos de los condenados. Los que tienen la malicia del infierno no pueden menos de sufrir algunas de las penas del infierno.
Véase la fuerza de la gracia en Esteban. Así como sus jueces y acusadores estaban llenos de satanás, él estaba lleno del Espíritu Santo. Cuando fue nombrado para servir a las mesas, se nos dice que estaba lleno del Espíritu Santo, y ahora que va a recibir la corona (Esteban significa “corona”) del martirio, se le describe del mismo modo. Los que están llenos del Espíritu Santo son aptos para todo, tanto para actuar por Cristo como para morir por Él. Pero NO por estar en peligro de muerte cada día, quedan separados del amor de Cristo.
Cristo se le manifestó desde la gloria del cielo, precisamente cuando sus perseguidores se sentían heridos en lo más vivo, Esteban “Puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios”, vio la gloria de Dios porque vio los cielos abiertos. Se le abrieron los cielos para darle una vista de la dicha que allí le esperaba y ayudarle a sufrir con gozo la muerte que le iban a dar. Ellos tenían puestos en él los ojos con furia; él los tenía puestos en el cielo con fe; de allí viene su socorro y allí tiene la puerta abierta. No pueden ellos interrumpir la comunión que tiene con Dios y el ofrecimiento que de sí hace a Dios. Los que están llenos del Espíritu Santo miran al cielo porque allí está su corazón.
Esteban vio también a Jesús, al Hijo del Hombre, de pie a la diestra de Dios. Ve a Cristo que está a favor de él, y ya no le importa quiénes puedan estar contra él. La presencia de Cristo a la diestra de Dios es una prueba visible de la exaltación del Señor a los cielos. Y lo que ve, lo declara Esteban a los que le rodean amenazadores. Ésta es la única vez que a Cristo se le llama “Hijo del Hombre” fuera de los Evangelios, con lo que resalta más el paralelismo del testimonio de Esteban con el que había dado el propio Señor Jesús ante el tribunal de Caifás.
Véanse las expresiones con que se dirige Esteban al Señor. Mientras lo apedreaban, el oraba. Aunque invocaba a Dios en oración, le apedreaban; y aunque le apedreaban, él seguía orando. Es un gran consuelo para los que sufren persecución por la justicia, saber que tienen un gran Dios al que acudir. Los hombres pueden taparse los oídos, como aquí, pero Dios no se los tapa. Le habían echado de la ciudad, pero no le pudieron alejar de su Dios. Se va del mundo y por eso llama a Dios. Buena cosa es morir orando.
Esteban realizo una oración por sí mismo: Señor Jesús, recibe mi espíritu. De manera parecida entregó Jesús su espíritu al Padre al morir. Bien queda nuestro espíritu en las manos del Mediador, cuando le hemos recibido a Él como a nuestro Salvador.
Esteban realizo otra oración por sus perseguidores y asesinos. Son dignas de observar las circunstancias de esta oración: Puesto de rodillas, que es una expresión de humildad, clamó a gran voz, lo cual era expresión de insistencia, dada la perversidad de sus asesinos. La oración fue: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. Así siguió el ejemplo de su Maestro, quien también clamó y pidió al Padre perdón para los que le daban muerte. A pesar de la furia y la maldad que pusieron en juego contra él, su reacción fue de amor y de perdón. Si consideran después fríamente lo que han hecho con él, no se perdonarán fácilmente a sí mismos por haber dado muerte a quien tan fácilmente les perdonó a ellos.
“Y habiendo dicho esto, se durmió”, dicen algunas versiones. Se durmió es la misma expresión que usa Pablo para expresar la muerte de los que creen en Cristo. La misma expresión que se fijará en los sepulcros de los mártires cristianos, La muerte es un sueño, porque no es definitiva. El creyente muere en espera del despertar de la resurrección. Se durmió después de orar por sus perseguidores, como si diese a entender que no podía morir en paz mientras no hubiese hecho eso. Al que así duerme, le irá bien, pues despertará en la mañana de la resurrección al lado de Jesucristo. Gloria a Dios.
Feliz día, Dios los guarde y los proteja siempre.
Un abrazo.
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