1 Samuel 19:1-7
“Saúl les comunicó a su hijo Jonatán y a todos sus funcionarios su decisión de matar a David. Pero como Jonatán le tenía tanto afecto a David, le advirtió: Mi padre Saúl está buscando una oportunidad para matarte. Así que ten mucho cuidado mañana; escóndete en algún sitio seguro, y quédate allí. Yo saldré con mi padre al campo donde tú estés, y le hablaré de ti. Cuando averigüe lo que pasa, te lo haré saber.
Jonatán le habló a su padre Saúl en favor de David: ¡No vaya Su Majestad a hacerle daño a su siervo David! Le rogó. Él no le ha hecho ningún mal; al contrario, lo que ha hecho ha sido de gran beneficio para Su Majestad. Para matar al filisteo arriesgó su propia vida, y el Señor le dio una gran victoria a todo Israel. Su Majestad mismo lo vio y se alegró. ¿Por qué ha de hacerle daño a un inocente y matar a David sin motivo?
Saúl le hizo caso a Jonatán, y exclamó: Tan cierto como que el Señor vive, te juro que David no morirá. Entonces Jonatán llamó a David y, después de contarle toda la conversación, lo llevó ante Saúl para que estuviera a su servicio como antes”.
El capítulo 19 de 1 de Samuel, comienza con una sección que hemos titulado “En el proceso de Dios”, donde David es formado. Saúl intentó matar personalmente a David y, al fracasar, dio abiertamente órdenes para que fuese muerto. Aunque en varias ocasiones el rey Saúl, por unos momentos se arrepentía de sus intentos asesinos, la vida de David estaría en peligro hasta la muerte de Saúl. Durante esos años de exilio, quizás unos 10 años, David fue acosado y perseguido como una bestia salvaje. Se convirtió en un nómada, en un vagabundo. Pasó por muchas dificultades y privaciones, viviendo en cuevas en el desierto. Sin embargo, durante ese período fue probado y entrenado en la escuela de Dios. Podríamos decir que tomó todo el curso y se graduó con todos los honores.
David se convertiría en el rey más importante de Israel, y en un hombre que agradó a Dios. Muchos de los más hermosos salmos de David fueron escritos durante ese período tan duro.
Inmediatamente después de su matrimonio, la muerte de David estaba jurada. Cuatro veces escapó de la espada de Saúl: la primera, por la prudente mediación de Jonatán; la segunda, por su propia calma; la tercera, por la fidelidad de su esposa Mical; la cuarta, por la protección de Samuel.
Nunca hubo un enemigo tan sin razón cruel como Saúl. Sus planes para deshacerse de David le fracasaban, pero eso le enfurecía más aún y llegó a apelar a la lealtad que le debían a la corona sus hijos y sus siervos, a fin de que le ayudasen a acabar con David a la primera oportunidad que tuviesen. Es extraño que, al saber bien cuánto amaba Jonatán a David, esperase de él que matase a su mejor amigo; pensaba, sin duda, que, al ser Jonatán el heredero del trono, debía tenerle a David la misma envidia que él le tenía.
Nunca hubo un amigo tan sorprendentemente fiel como Jonatán. No solo continuó estimando a David como al principio, aun cuando la gloria de David eclipsaba a la suya propia, sino que tomó partido bravamente a favor de él ahora que la corriente iba tan fuertemente en contra suya.
¿Es correcto desobedecer a un padre, como lo hizo Jonatán? Es claramente un principio de las Escrituras que cuando un padre ordena al hijo quebrantar la ley de Dios, el hijo debe obedecer a Dios y no al hombre. Este principio presupone que el hijo es lo suficientemente grande para ser responsable y discernir cualquier engaño. Un hijo debe ser respetuoso, servicial y obediente a su padre, pero no de obedecer órdenes ni aceptar consejos que violen la ley de Dios.
A veces ciertas épocas de nuestras vidas, son ese proceso en el cual Dios nos está formando y preparando para entregarnos algo grande. La clave está en no desesperarnos, ser obedientes y confiar en Dios. Lo bueno ya viene, no olvidemos nunca, que los Saúl reinan mientras los David son preparados.
Dios los guarde y los proteja siempre.
Pastor Kike Escobar (WMF)
Unidad Internacional de Oración (UIO)
Restoration Church UK
www.kikeescobar.com
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