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Foto del escritorPs. Kike Escobar

Enfrentando la religiosidad

1 Samuel 21:1-6


“Cuando David llegó a Nob, fue a ver al sacerdote Ajimélec, quien al encontrarse con David se puso nervioso. ¿Por qué vienes solo? le preguntó. ¿Cómo es que nadie te acompaña? David le respondió: Vengo por orden del rey, pero nadie debe saber a qué me ha enviado ni cuál es esa orden. En cuanto a mis hombres, ya les he indicado dónde encontrarnos.


¿Qué provisiones tienes a mano? Dame unos cinco panes, o algo más que tengas. No tengo a la mano pan común y corriente, le contestó el sacerdote. Podría darte el pan consagrado, si es que tus hombres se han abstenido por lo menos de estar con mujeres. David respondió: Te aseguro que, como es la costumbre cuando salimos en una expedición, no hemos tenido contacto con mujeres. Además, mis hombres se consagran incluso en expediciones ordinarias, así que con más razón están consagrados ahora.


Por tanto, el sacerdote le entregó a David el pan consagrado, ya que no había otro. Era el pan de la Presencia que había sido quitado de delante del Señor y reemplazado por el pan caliente del día”.


David mintió para protegerse de Saúl. Algunos disculpan esta mentira porque estaban en guerra y el deber de un buen soldado es traicionar al enemigo. Pero en ninguna parte se perdona la mentira de David. Es más, sucedió lo opuesto, ya que su mentira llevó a la muerte a ochenta y cinco sacerdotes (1 Samuel 22:9-19). La pequeña mentira de David parecía bastante inofensiva, sin embargo, desencadenó una tragedia. La Biblia aclara muy bien que la mentira es pecado (Levítico 19:11). Mentir, al igual que otro pecado, es grave ante los ojos de Dios y puede conducirnos a toda clase de efectos dañinos. No le reste importancia a ningún pecado ni haga diferencias entre uno y otro. Todos los pecados deben evitarse aunque veamos o no sus posibles consecuencias.


Aunque Israel tenía su religión que le había sido dada por Dios, y este pan había sido consagrado para fines religiosos, estaban allí presentes algunos hambrientos que necesitaban comida. Ese pan habría llegado a ser común si no se hubiera podido usar para alimentar a quienes tuvieran hambre. Eso es lo que David estaba diciendo.


Al dar este pan a David y a sus hombres, el sacerdote estaba quebrantando la letra de la Ley, pero no el espíritu de la Ley. Recordemos que los fariseos desafiaron al Señor Jesucristo en cuanto a la violación de la ley, la cual Él jamás violó. El Señor refutó sus acusaciones refiriéndose a este incidente en la vida de David, en el evangelio según San Marcos 2:23-28, leemos: “Aconteció que al pasar él por los sembrados un día de reposo, sus discípulos, mientras andaban, comenzaron a arrancar espigas. Entonces los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito? Pero él les dijo: ¿Nunca leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición (o consagrados), de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y aún dio a los que con él estaban? También les dijo: El sábado o día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo. Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo”.


Lo que el Señor estaba diciendo era: “Si le fue posible a David hacerlo y estuvo bien, aquí hay Uno Mayor que David, y que también puede hacer lo mismo”. David comió el pan sagrado porque tenía necesidad. Cristo estaba diciendo que la necesidad humana sustituía todos los ritos y leyes ceremoniales. La ley más grande de Dios es hacer el bien y salvar vidas.


La Ley de Dios expresaba que las cosechas no podían recogerse en el día de reposo. Esta Ley prevenía a los agricultores de codicia y les exigía no olvidarse de Dios en el día de reposo. También protegía a los cosechadores de que los sometieran a un exceso de trabajo. Los fariseos creían que Jesús y sus discípulos, al arrancar las espigas y frotarlas en sus manos para limpiar el trigo, cosechaban. De ahí que acusaron a Jesús de quebrantar la Ley. Pero era evidente que Jesús y sus discípulos no arrancaban el trigo por lucro, sino que buscaban algo de comer. Los fariseos interpretaron tan obsesivamente la Ley, que pasaron por alto su verdadera intención.


Los dirigentes religiosos judíos estaban tan enredados en sus leyes que perdieron de vista lo que era bueno y correcto. Jesús enmarca que el día de reposo es para descansar y adorar, no obstante, que eso no significa que no movamos un dedo para ayudar a otros. No dejemos que nuestro día de reposo lleguen a ser un tiempo de egoísta indulgencia.


Jesús usó el ejemplo del rey David para señalar lo ridículas que eran las acusaciones de los fariseos. Jesús dijo que Dios estableció el día de reposo para nuestro beneficio, no para el suyo. Dios no se beneficia con que descansemos el día de reposo, pero al descansar y concentrarnos en Dios, nos recuperamos física y espiritualmente. Para los fariseos, las leyes sabáticas llegaron a ser más importantes que el propósito mismo del día de reposo. David y Jesús entendieron que la verdadera intención de la Ley de Dios es promover el amor a Dios y a los demás. El espíritu de la ley es por lo general más relevante que la letra. La religiosidad y la letra sola, mata.


Dios los guarde y los proteja siempre.


Pastor Kike Escobar (WMF)

Unidad Internacional de Oración (UIO)

Restoration Church UK

www.kikeescobar.com

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