Entendiendo y obedeciendo el llamado de Dios
Hechos 9:19 – 22
“Después comió algo y recuperó las fuerzas. Saulo se quedó unos días con los creyentes en Damasco. Y enseguida comenzó a predicar acerca de Jesús en las sinagogas, diciendo: ¡Él es verdaderamente el Hijo de Dios!
Todos los que lo oían quedaban asombrados. ¿No es éste el mismo hombre que causó tantos estragos entre los seguidores de Jesús en Jerusalén? se preguntaban. ¿Y no llegó aquí para arrestarlos y llevarlos encadenados ante los sacerdotes principales?
La predicación de Saulo se hacía cada vez más poderosa, y los judíos de Damasco no podían refutar las pruebas de que Jesús de verdad era el Mesías”.
Este es el relato que nos ha dejado Lucas de lo que le sucedió a Saulo después de su conversión. Si queremos tener una idea más completa de la cronología de este período, tenemos que leer también el relato del propio Pablo en su carta a los Gálatas 1:15-24;
“Pero aun antes de que yo naciera, Dios me eligió y me llamó por su gracia maravillosa. Luego le agradó revelarme a su Hijo para que yo proclamara a los gentiles (toda persona que no es judía) la Buena Noticia acerca de Jesús. Cuando esto sucedió, no me apresuré a consultar con ningún ser humano. Tampoco subí a Jerusalén para pedir consejo de los que eran apóstoles antes que yo. En cambio, me fui a la región de Arabia y después regresé a la ciudad de Damasco.
Luego, tres años más tarde, fui a Jerusalén para conocer a Pedro y me quedé quince días con él. El único otro apóstol que conocí en esos días fue Santiago, el hermano del Señor. Declaro delante de Dios que no es mentira lo que les escribo.
Después de esa visita, me dirigí al norte, a las provincias de Siria y Cilicia. Y aun así, las congregaciones cristianas de Judea todavía no me conocían personalmente. Todo lo que sabían de mí era lo que la gente decía: ¡El que antes nos perseguía ahora predica la misma fe que trataba de destruir! Y alababan a Dios por causa de mí”.
Comparando los dos pasajes, el de Hechos y Gálatas, llegamos a la conclusión de que la sucesión de los acontecimientos debe de haber sido así:
(a) La conversión de Saulo en la carretera de Damasco.
(b) Su predicación en Damasco.
(c) Se retira a Arabia.
(d) Vuelve a Damasco, y pasa tres años predicando allí.
(e) Va a Jerusalén.
(f) Huye de Jerusalén a Cesarea.
(g) Vuelve a las regiones de Siria y Cilicia.
Pablo empezó haciendo dos cosas: Se puso a dar testimonio en Damasco inmediatamente. Había allí muchos judíos, así es que habría también muchas sinagogas; y fue en ellas donde Pablo empezó a predicar a Cristo. Esa era una acción que requería mucho valor; porque Saulo había venido para ir a esas mismas sinagogas con poderes del Sanedrín y como representante de la religión oficial del pueblo de Israel. Le habría resultado mucho más fácil empezar a dar testimonio de Cristo donde no se le conociera de nada y donde su pasado no estuviera en contra suya. Pero Saulo decía: Soy un hombre cambiado, y quiero que lo sepan los que mejor me conocen. Ya estaba proclamando: ¡No me avergüenzo del Evangelio de Cristo!
La segunda cosa que hizo no nos la menciona Lucas: se fue a Arabia, al desierto. Había experimentado un cambio radical, y tenía que estar a solas con Dios por algún tiempo, el desierto no es para morir, nos prepara y nos bendice. Tenía una vida nueva por delante, y necesitaba dos cosas: Dirección en un camino que era completamente nuevo para él, y Fuerza para la tarea casi irrealizable que se le había confiado. Acudió a Dios en busca de ambas cosas.
Dios manda a todas las personas al mundo con una misión que cumplir en Su plan. Puede que sea un papel muy importante, o un papel secundario o pequeño. Puede que sea para hacer algo que sabrá todo el mundo y que pasará a la Historia, o algo que solo sabrán unos pocos. Pablo sabía que había sido escogido para una tarea. Se sabía escogido, no para un honor, sino para un servicio; no para una vida fácil, sino para la lucha. Un general elige sus mejores soldados para las campañas más difíciles; y un profesor asigna a sus mejores estudiantes los temas más difíciles. Pablo sabía que había sido salvado para servir.
Oremos: “Señor, danos el valor para elevar nuestra mirada hacia ti y poder decirte: Trátame como quieras, desde ahora soy uno contigo. Soy tuyo; no rechazo nada que Tú consideres bueno. Guíame por donde Tú quieras; vísteme con el ropaje que quieras. ¿Quieres que tenga un alto cargo, o que lo rechace; que me mantenga en mi puesto, o que huya; que sea rico, o pobre? Por todo esto Te defenderé delante de la gente mi Señor y te serviré con gozo y alegría, es un privilegio haber sido llamado por ti”. Amén.
Feliz día, Dios los guarde y los proteja siempre.
Un abrazo
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