Ester 8:3-5
“Luego Ester volvió a presentarse ante el rey, cayó a sus pies y le suplicó con lágrimas que detuviera el plan siniestro que Amán, el agagueo, había conspirado contra los judíos. Nuevamente el rey extendió su cetro de oro hacia Ester. De modo que ella se levantó y permaneció de pie delante de él.
Ester dijo: Si al rey le place y yo he logrado su favor, y si al rey le parece correcto y yo le resulto agradable, que se emita un decreto que anule las órdenes de Amán, hijo de Hamedata el agagueo, quien ordenó la destrucción de los judíos en todas las provincias del rey”.
Aunque el peor enemigo de los judíos había sido ajusticiado y tanto Ester como Mardoqueo quedaban suficientemente protegidos, Ester entra de nuevo sin ser llamada, a la habitación del trono e intercede por el resto de su pueblo, sobre el que pendía aún el decreto de destrucción. Es bueno observar que no hubo egoísmo en Ester, no se conformó con su seguridad y protección, pensó en su pueblo, en sus hermanos.
¿Somos nosotros acaso guardas de nuestros hermanos? ¿Hemos asumido la responsabilidad de cuidarnos los unos a los otros? El Nuevo Testamento deja claro que cada cristiano tiene la responsabilidad sagrada de ser un guarda de sus hermanos en Cristo. De hecho, muchos pasajes enfatizan nuestra responsabilidad de ser guardianes de nuestros hermanos.
El cristiano como guardián de sus hermanos, ama a sus hermanos velando activamente por su bienestar. Amarnos los unos a los otros significa que debemos recibirnos los unos a los otros (Romanos 15:7), amonestarnos los unos a los otros (Romanos 15:14), edificarnos los unos a los otros (Romanos 14:19), servirnos los unos a los otros (Gálatas 5:13), sobrellevar las cargas los unos de los otros (Gálatas 6:1,2), perdonarnos los unos a los otros (Efesios 4:32), someternos los unos a los otros (Efesios 5:21), exhortarnos los unos a los otros (Hebreos 3:12,13), considerarnos los unos a los otros (Hebreos 10:24,25), hospedarnos los unos a los otros (1 Pedro 4:8-10).
Su presencia fue de nuevo bien acogida por el rey, quien le extendió el cetro de oro nuevamente. Ester presenta su petición con lágrimas y tierno afecto. Cada lágrima suya era más valiosa que cada una de las perlas con que iba adornada. Cada frase en su súplica estaba llena de amor, bondad, respeto y decencia. Muchas veces no logramos respuestas positivas a nuestras peticiones por la forma en que las hacemos. Ester nos enseña en este versículo, la forma correcta de hacer una solicitud y esto aplica en todas las áreas de nuestra vida. Proverbios 25:15 dice; “Con paciencia se convence al gobernante. ¡La lengua amable quebranta hasta los huesos!”.
Un abrazo.
Pastor Kike Escobar (WMF)
Unidad Internacional de Oración (UIO)
Restoration Church UK
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