Anoche estuve meditando y orando sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania. Mi oración a Dios era como orar por este conflicto donde la desinformacion es total, ya que no sabemos quien dice la verdad. Los medios masivos de comunicación estan manipulados por las grandes potencias y el resultado es una basta desinformacion en un conflicto que es real. Lo cierto es que tanto rusos como ucranianos estan muriendo por falta de paz en sus desacuerdos.
Solo fue quedarme dormido, para Dios hablarme en un sueño ciego, donde solo escucho Su voz y no veo nada, en el cual me decia; “Ofrenda de Paz”. Toda la noche me repitio esas palabras, y sobre la ofrenda paz, hablaremos el dia de hoy.
Una ofrenda de paz en el Antiguo Testamento era un sacrificio voluntario, que podía ser ofrecido junto a una confesión o voto, o como una muestra de gratitud. Consistía en sacrificar un animal, una parte del cual era quemado, otra comida por los sacerdotes, y otra devuelta para ser consumida por quien presentaba la ofrenda. Se trataba de una ofrenda festiva que anticipaba la Cena del Señor, así como cualquier otra cena cristiana que conmemorara la salvación. (Levítico 3:1-17).
La Ofrenda de Paz o “zebach” también es conocida como “Ofrenda de Compañerismo”. Es literalmente un “sacrificio de felicidad”.
La Ofrenda de Paz era un símbolo de la paz existente entre el creyente y el Señor a causa de la expiación. Por lo tanto era necesario celebrarlo. Nunca se ofrecía para obtener la paz, pero si se celebraba como existente. Es una imagen de la comunión entre Dios y el pecador que cree sobre la base de los sacrificios de sangre. Esta ofrenda retrata la bendición y el poder por medio del cual ocurre la salvación debido a la muerte de Cristo en la cruz. Esta es una ofrenda de agradecimiento.
El reportero de guerra britanico Sir Philip Gibbs, en su libro “La cruz de la paz”, escribía: “El problema de las barreras se ha convertido en uno de los más acuciantes que tiene que arrostrar el mundo. Hoy en día hay toda clase de vallas separatorias en zigzag que pasan por todas las razas y los pueblos del mundo. El progreso moderno ha convertido el mundo en una gran vecindad: Dios nos ha dado la tarea de convertirlo en una fraternidad. En estos días de muros divisorios de raza y clase y credo, nosotros tenemos que sacudir la Tierra otra vez con el mensaje del Cristo que nos incluye a todos, en Quien no hay ni siervos ni libres, ni judíos ni griegos, ni escitas ni bárbaros, sino que todos somos uno”.
El mundo antiguo tenía sus barreras. Lo mismo sucede en el nuestro. En cualquier sociedad sin Cristo no puede haber nada más que paredes intermedias de separación, y eso es lo que esta pasando en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Así que el apostol Pablo pasa a decir que en Cristo desaparecen esas barreras. ¿Cómo las ha echado abajo Cristo?
Efesios 2:11-22 (Uno en Cristo)
“No olviden que ustedes, los gentiles (gentil es todo aquel que no es judio), antes estaban excluidos. Eran llamados “paganos incircuncisos” por los judíos, quienes estaban orgullosos de la circuncisión, aun cuando esa práctica solo afectaba su cuerpo, no su corazón. En esos tiempos, ustedes vivían apartados de Cristo. No se les permitía ser ciudadanos de Israel, y no conocían las promesas del pacto que Dios había hecho con ellos. Ustedes vivían en este mundo sin Dios y sin esperanza, pero ahora han sido unidos a Cristo Jesús. Antes estaban muy lejos de Dios, pero ahora fueron acercados por medio de la sangre de Cristo.
Pues Cristo mismo nos ha traído la paz. Él unió a judíos y a gentiles en un solo pueblo cuando, por medio de Su cuerpo en la cruz, derribó el muro de hostilidad que nos separaba. Lo logró al poner fin al sistema de leyes de mandamientos y ordenanzas. Hizo la paz entre judíos y gentiles al crear de los dos grupos un nuevo pueblo en él. Cristo reconcilió a ambos grupos con Dios en un solo cuerpo por medio de su muerte en la cruz, y la hostilidad que había entre nosotros quedó destruida.
Cristo les trajo la Buena Noticia de paz tanto a ustedes, los gentiles, que estaban lejos de él, como a los judíos, que estaban cerca. Ahora todos podemos tener acceso al Padre por medio del mismo Espíritu Santo gracias a lo que Cristo hizo por nosotros.
Así que ahora ustedes, los gentiles, ya no son unos desconocidos ni extranjeros. Son ciudadanos junto con todo el pueblo santo de Dios. Son miembros de la familia de Dios. Juntos constituimos su casa, la cual está edificada sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas. Y la piedra principal es Cristo Jesús mismo. Estamos cuidadosamente unidos en él y vamos formando un templo santo para el Señor. Por medio de él, ustedes, los gentiles, también llegan a formar parte de esa morada donde Dios vive mediante Su Espíritu”.
El apostol Pablo dice de Jesús: “Él es nuestra paz”. ¿Qué quería decir con eso? Usemos una analogía humana. Supongamos que dos personas tienen una diferencia y acuden con ella a los tribunales; y los expertos en la ley redactan un documento que establece los derechos del caso, y piden a las dos partes contendientes que se pongan de acuerdo sobre esa base. Todas las posibilidades están en contra de que se resuelva así el problema, porque rara vez se consigue la paz por medio de documentos legales. Pero supongamos que alguien a quien aman las dos partes en conflicto se interpone, y les habla: entonces sí es posible la reconciliación. Cuando dos partes están en conflicto, la única manera en que pueden llegar a hacer las paces es mediante la intervención de alguien a quien aman los dos.
Eso es lo que Cristo ha hecho. Él es nuestra paz. Es en un común amor a Él como las personas llegan a amarse entre sí. Esa paz se ganó al precio de Su sangre, porque no hay nada que despierte el amor como la Cruz. La vista de esa Cruz despierta el amor a Cristo en los corazones de las personas de todas las naciones, y solamente cuando todos amen a Cristo se amarán entre sí. La paz no se produce mediante tratados y ligas. Sólo puede haber paz en Jesucristo.
El apostol Pablo dice que Jesucristo abolió la ley de los mandamientos con todos sus decretos. ¿Qué es lo que quería decir? Los judíos creían que una persona solo podía alcanzar la amistad de Dios guardando la ley judía. Esa ley se había desarrollado en miles y miles de mandamientos y decretos. Había que lavarse las manos de una cierta manera; había que limpiar los cacharros de una cierta manera; había página tras página acerca de lo que se podía y de lo que no se podía hacer en sábado; este y ese y aquel sacrificios se tenían que ofrecer en relación con esta y esa y aquella situaciones de la vida. Los únicos que pretendían cumplir plenamente la ley judía eran los fariseos, que no sumaban más que unos seis mil. Una religión basada en toda clase de reglas y normas acerca de los rituales y sacrificios y días santos no puede nunca llegar a ser una religión universal. Pero, como dijo el mismo apostol Pablo en otro lugar: “Cristo es el fin de la ley” (Romanos 10:4). Jesús acabó con el legalismo como principio de religión, gloria a Dios.
En su lugar Cristo puso el amor a Dios y a nuestros semejantes. Jesús vino a decirnos que no podemos ganar la aprobación de Dios guardando una ley ceremonial, sino que tenemos que aceptar el perdón y la comunión que Dios nos ofrece gratuitamente en Su misericordia. Una religión basada en el amor puede convertirse enseguida en una religión universal.
La misionera Rita Snowden cuenta una historia de la guerra. En Francia, algunos soldados y su sargento trajeron el cuerpo de un camarada muerto para enterrarle en un cementerio francés. El sacerdote les dijo amablemente que estaba obligado a preguntar si su camarada era un católico romano bautizado. Dijeron que no lo sabían. El sacerdote dijo entonces que lo sentía mucho, pero, en ese caso, no podía permitir que le enterraran en terreno sagrado. Así que los soldados se llevaron el cuerpo de su camarada entristecidos, y le enterraron al otro lado de la valla. Al día siguiente volvieron a ver si la tumba estaba bien; y, para su gran sorpresa, no la pudieron encontrar. Por mucho que buscaron no dieron con las señales de tierra removida. Ya estaban a punto de marcharse confusos, cuando se les acercó el sacerdote. Les dijo que había tenido el corazón inquieto por haberles negado el permiso de enterrar a su camarada muerto en su cementerio; así que, de madrugada, se había levantado y había movido la valla para incluir el cuerpo del soldado que había muerto por Francia. Eso es lo que el amor puede hacer. Las reglas y las normas ponen barreras; pero el amor las quita. Jesús removió las barreras entre las personas porque abolió toda religión fundada en reglas y normas, y trajo a las personas una religión cuyo fundamento es el amor.
Cristo es nuestra paz.
El pecado ha separado al hombre del Dios, y solamente el sacrificio de Cristo en la cruz puede reconciliarnos con Dios. La expiación de Cristo quita las barreras. La sangre de Jesús nos hace a nosotros cercanos de aquel que estaba lejos debido a nuestro pecado. La palabra griega que el apostol Pablo usa para decir “paz” es “eiro” y significa “juntar” “unir”. La sangre de Jesús nos unio a los que habíamos estado separados debido al pecado y a la enemistad. Esta paz depende exclusivamente de Cristo.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación: Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:17-19). Dios quito nuestra enemistad y cambio nuestros corazones. Dios tomo la iniciativa de reconciliarnos con el mismo. Dios no necesita estar reconciliado con los hombres. Él no es el problema. Nosotros los pecadores somos los que tenemos el problema de no poder alcanzar a Dios sino es por medio de su Hijo Jesús quien nos lleva a sí mismo. Él hizo esto alejando su propia ira santa hacia el pecado y permitiendo que vengamos a Su presencia por medio de la sangre de Jesús.
La ofrenda de paz también es un aroma fragante para Dios y es la única de la que el oferente, el sacerdote y Dios comen. Otra manera de decirlo es, todos los involucrados, Dios, el sacerdote y el pueblo reciben de esta ofrenda. Esta ofrenda de paz es un cuadro de una unión perfecta.
Esta es una explicación de cómo funciona la relación entre nosotros y de nosotros con Dios; en ambos casos Cristo es la paz. Él es la vida, Él es la naturaleza, Él es lo que tenemos en común, no como una doctrina, creencia o concepto, sino como la vida que todos compartimos: Dios, el sacerdote y el pueblo.
En el conflicto entre Rusia y Ucrania, como en muchos otros conflictos a nivel mundial, el problema esta en las barreras religiosas, de razas, de clase, barreras imaginarias que nos han dividido. Todos luchan por lo suyo y se olvidan del derecho del otro. Vivimos en un mundo egoista, donde todos podriamos vivir en paz, sin embargo, los intereses personales priman por encima de los derechos grupales.
Solo volviendo la mirada, al que se ofrecio como la ofrenda de paz mas hermosa, podremos reconciliarnos en medio de los conflictos. Solo Jesucristo puede unirnos nuevamente en una paz unica y duradera. Solo Cristo puede acabar con este legalismo malsano que separa el mundo con una religion ceremonial y tradicionalista.
Solo podremos hallar paz, buscando al que es la Paz. Al que se ofrecio como un “sacrificio de felicidad” por ti y por mi, nuestro amado Jesucristo de Nazaret.
Dios los guarde y los proteja siempre.
Pastor Kike Escobar (WMF)
Unidad Internacional de Oración (UIO)
Restoration Church UK
www.kikeescobar.com
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