Hechos 4:1-4
“Mientras Pedro y Juan le hablaban a la gente, se vieron enfrentados por los sacerdotes, el capitán de la guardia del templo y algunos de los saduceos. Estos líderes estaban sumamente molestos porque Pedro y Juan enseñaban a la gente que hay resurrección de los muertos por medio de Jesús.
Los arrestaron y, como ya era de noche, los metieron en la cárcel hasta la mañana siguiente. Pero muchos de los que habían oído el mensaje lo creyeron, así que el número de creyentes ascendió a un total aproximado de cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños”.
Podemos observar claramente en este texto bíblico, quiénes fueron los que encabezaron la persecución contra el Señor Jesús. Fueron las autoridades religiosas de la época, especialmente los fariseos. Ellos fueron los enemigos de Cristo cuando Él estuvo en la tierra. También, sabemos que más adelante algunos fariseos fueron salvados. Sabemos por ejemplo que Nicodemo fue salvo y también José de Arimatea, que probablemente era fariseo. Sabemos también que Saulo de Tarso era fariseo. Al parecer había muchos otros fariseos que llegaron a un conocimiento salvador del Señor Jesucristo. Después de que los fariseos hubieron acabado con el Señor Jesús, su enemistad y su rencor pasaron.
Ahora podemos observar a los saduceos, eran los ricos aristócratas de la época, quienes no creían en la resurrección y entonces fueron ellos los que se constituyeron en enemigos contra los apóstoles, que estaban proclamando la resurrección de Jesucristo. Les molestaba la predicación y les molestaba la atención que prestaba el pueblo. Miserable es de verdad el caso de aquellos para quienes la gloria de Cristo es una pena.
Los saduceos de nuestros tiempos son los que niegan lo sobrenatural. Niegan la Palabra de Dios con sus labios y con sus vidas. Y es importante que veamos que, como los saduceos de aquel entonces, los saduceos de nuestro tiempo tratan de oponerse a cualquiera que predique la resurrección. Ellos permiten que se predique acerca de Jesús y que uno diga que Jesús fue una persona amable, buena y tolerante. Y si usted lo hace así, pues, no se hallará en problemas. Pero sí se encontrará con oposición, si usted predica a Jesucristo como el poderoso Salvador que vino a esta tierra, denunció el pecado y murió en la cruz por los pecados de los seres humanos, y luego resucitó con gran poder. Ese es el mensaje impopular. Cuando los apóstoles lo predicaron, estos saduceos les llevaron ante el Sanedrín, supremo tribunal religioso de los judíos.
No es frecuente que nuestro testimonio nos envíe a prisión como en el caso de Pedro y Juan. Sin embargo, corremos riesgos al tratar de ganar a otros para Cristo. Quizás estemos dispuestos a pasar una noche en prisión si esto guiara a cinco mil personas a Cristo. Pero, ¿acaso no debiéramos también estar dispuestos a sufrir por una persona? ¿Qué arriesga al testificar: rechazo, persecución? No importa los riesgos, tenga en cuenta que lo que hacemos por Dios no es en vano.
¿Cuál fue la respuesta de la iglesia cuando los perseguidores trataron de extirpar el movimiento cristiano? ¡Los cristianos recurrieron a la oración! A menudo, las cosas que amenazan con sofocar o destruir a la Iglesia, vienen a ser los medios de su preservación y avance. La controversia que se suscitó por la ocurrencia del milagro desató la persecución; de igual manera, los escépticos debaten la relación de los milagros con el cristianismo. Los primeros creyentes sabían que si podía quedar establecido que la sanidad del cojo se había realizado en el nombre y el poder de Jesús, la autoridad de Cristo quedaría claramente confirmada. De ahí que recurrieran a la oración. ¿Cuáles fueron los resultados de la oración en unidad? Gracia sublime y entusiasmo. Un poder y una unidad muy grandes. Los primeros cristianos nos enseñaron cuál es el camino hacia la comprobación de la realidad de nuestra fe: no fue la discusión ni los argumentos, fue la poderosa oración en unidad la que fortaleció su fe.
No olvidemos que todo esto ocurrió en el pórtico de Salomón, después que Pedro predicó su sermón. Si fueron salvados unos cinco mil hombres solamente, ¿cuántas mujeres y niños más creerían? Fue sin duda alguna una gran multitud de personas la que se convirtió a Cristo en aquella ocasión. Aquella, espiritualmente hablando, fue una verdadera pesca milagrosa.
Siempre hemos sido muy fuertes al criticar a Simón Pedro por negar a Jesús. Sin embargo, en este caso no podemos menos que amarle, porque en medio de los contrastes de su carácter, amaba profundamente al Señor y le servía sin condiciones. Y no existe la menor duda que Dios le usó en esta ocasión y en otras de una manera grande y poderosa.
Continuara………
Feliz día, Dios los guarde y los proteja siempre.
Un abrazo.
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