Rut 1:6-10
“Entonces se puso en marcha con sus nueras, y regresó de los campos de Moab, porque oyó en el campo de Moab que el Señor había visitado a su pueblo para darle pan. Salió, pues, del lugar donde había estado, y con ella sus dos nueras, y comenzaron a caminar para regresar a la tierra de Judá. Y Noemí dijo a sus dos nueras: Andad, volveos cada una a la casa de su madre. Que el Señor tenga de vosotras misericordia, como la habéis tenido vosotras con los que murieron y conmigo. Os conceda el Señor que halléis descanso, cada una en casa de su marido. Luego las besó; pero ellas, alzando su voz y llorando, le dijeron: Ciertamente nosotras iremos contigo a tu pueblo”.
Dios había bendecido nuevamente la tierra de Judá porque el pueblo se había vuelto a Dios. Noemí oyó esas noticias y entonces resolvió regresar a su propio país. Ella y sus dos nueras comenzaron el viaje pero junto al camino Noemí se detuvo para hablarles algo muy serio. Ella habló favorablemente en cuanto a sus nueras. Ahora, por lo común, la madre que tiene un hijo no cree que haya una mujer que sea lo suficientemente buena como para él. Pero Noemí creía que estas muchachas sí eran buenas para sus hijos, y las apreciaba mucho. Aquí vemos que las aconsejó que regresaran a su pueblo para quedarse allí. Eso significaba que podrían casarse luego con los de su propio pueblo. Ahora, regresar a casa realmente significaba para ellas volver a la idolatría. Y, al parecer, estas dos mujeres se habían declarado a favor de Dios. Pero mientras que una era genuina en cuanto a sus creencias, la otra no lo era.
Ahora, algunas de las cosas que Noemí les había dicho las entristeció, eso es seguro. Si estas dos mujeres se iban con Noemí, probablemente no les sería posible casarse nuevamente porque ninguno de los israelitas se comprometería. Les estaba prohibido a los israelitas casarse con extranjeros. El regreso a Judá con Noemí también significaría una pobreza perpetua, porque cuando ella había salido de su tierra, había perdido su propiedad. Sus tierras habían sido hipotecadas. Otros ahora tenían su parcela y para poder recobrarla le haría falta un redentor. Habría un redentor, pero en este momento, eso no significaba nada para Rut ni para Orfa, que aún no lo sabían. Por lo tanto, Noemí les dijo que debían quedarse en Moab y casarse con los de su pueblo. Entonces, ellas se afligieron y lloraron mucho. Luego, ambas jóvenes le dijeron a Noemí que la acompañarían a Judá.
Rut 1:11-13
“Noemí insistió: Regresad, hijas mías; ¿para qué vendríais conmigo? ¿Acaso tengo yo más hijos en el vientre que puedan ser vuestros maridos? Regresad, hijas mías, marchaos, porque ya soy demasiado vieja para tener marido. Y aunque dijera: Todavía tengo esperanzas, y esta misma noche estuviera con algún marido, y aun diera a luz hijos, ¿los esperaríais vosotras hasta que fueran grandes? ¿Os quedarías sin casar por amor a ellos? No, hijas mías; mayor amargura tengo yo que vosotras, pues la mano del Señor se ha levantado contra mí”.
Según la legislación de Moisés, si un hombre moría en Israel, su hermano, tío, o sobrino, podía casarse con la viuda. El hecho es que la esposa del difunto podía pedir que uno de ellos fuera su esposo, a fin de que se perpetuara el nombre del marido. Pero, Noemí les dijo a Rut y a Orfa que ella no tenía más hijos y que serían insensatas si regresaran con ella a Judá, porque no podrían casarse fuera de la familia. Ninguno en Belén tendría interés alguno en ellas.
Es interesante observar cómo Noemí fue consciente de que Dios había juzgado a su familia. Al final todas las decisiones tomadas en la trayectoria de la vida familiar habían estado equivocadas, en contra de la voluntad de Dios y el resultado de todas las experiencias vividas en esa etapa era la amargura.
La amargura había llenado el corazón de Noemí, ese es el fruto, es decir, las consecuencias evidentes en la vida de toda persona que decide actuar con autonomía frente a la autoridad de Dios. Pero Noemí estaba reconociendo el origen de sus males y aceptando con un espíritu de sumisión la voluntad de Dios. Y esa es la actitud que Dios requiere de cada uno de nosotros. En vez de adoptar una actitud de rebeldía, cuando aceptamos una determinada situación de la manera en que ella lo hizo, estamos colocándonos en las manos de Dios para que Él nos coloque nuevamente en la senda de sus planes y propósitos para nosotros. Estamos abriéndonos para que Dios nos limpie, y restaure lo que se haya perdido, repare los trozos dispersos de nuestra vida y los transforme en una personalidad nueva, coherente, que vive y actúa en armonía con Dios, y disfruta de Sus bendiciones.
“Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados”. (Hebreos. 12:15).
La raíz de amargura se gesta y nace en el corazón, contamina los sentimientos de una persona, al grado de llegar odiar, rechazar y repudiar a alguien sin poder ya evitarlo. Entre más grande es la raíz mayor es la manifestación visible de rechazo y de odio de las personas que han dejado crecer la raíz de amargura en sus corazones.
Efesios 4:31 dice: “Sea quitada de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia, así como toda malicia”. Cuando un corazón está enfermo se hace visible desde el momento que habla y como dice las cosas. Recordemos que como personas nosotros decidimos que hacer con los sentimientos, si amar u odiar, bendecir o maldecir, perdonar o guardar rencor. Es por esto que cuando hablamos con rencor y enojo, este genera un desequilibrio en las emociones, que si no se atiende a tiempo y se hacen las paces, puede generar una raíz de resentimiento, que provocara punzadas en el corazón. El término raíz quiere decir además: fuente, causa, razón. Entonces es un sentimiento de enojo u odio que por no sacarlo del corazón, echa raíz allí, y luego produce unos frutos propios del árbol de amargura (enfermedades, violencia, ruina, etc.).
La raíz de amargura es una raíz de maldición que absorbe la vida de Dios en el corazón del creyente. Tengamos presente que Jesús vino a darnos vida y vida en abundancia, por tanto desechemos todo resentimiento, enojo o amargura y avancemos en el amor de Cristo.
Continuara…..
Feliz día, Dios los guarde y los proteja siempre.
Un abrazo.
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