Levítico 19:18
“No alimentes odios secretos contra tu hermano, sino reprende con franqueza a tu prójimo para que no sufras las consecuencias de su pecado. No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”.
Con amor se puede superar el resentimiento. Sin embargo, tengamos cuidado para no reabrir viejas heridas en los demás. Lo mejor es perdonar y olvidar.
Amarás a tu prójimo como a ti mismo: La palabra “amor” (en hebreo ahav puede ser comprendida como “estima”). El amor al prójimo comienza por la autoestima. Como resultado de amarnos, estimamos a nuestro prójimo (la persona más cercana). Esta regla general resume y satisface los demás mandamientos.
Dios nos manda deponer todo sentimiento de venganza y de rencor, y revestirnos de amor fraternal.
1. No debemos abrigar malos sentimientos contra nadie.
2. Debemos tener buenos sentimientos para con todos.
Lo peor que nos puede pasar es guardar rencor a alguien, ¡Es un desperdicio!, solo nos hace daño a nosotros. Qué más podemos sacar del rencor, excepto estrés y ansiedad.
¿Estás guardando rencor por alguien? ¿Estás peleando batallas que no son importantes y consumen tu tiempo y energía? Tenemos cierta cantidad de energía que no podemos desperdiciar en odios y rencores. Si nos quedamos enredados en aquellas cosas que no son importantes, cuando llegue una verdadera amenaza, una batalla realmente inmensa e importante que podría marcar la diferencia en nuestro camino hacia nuestro destino divino, no vamos a tener la suficiente energía para ganar esa batalla.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, y en eso consiste la Regla de Oro de Mateo 7:12, “Haz a los demás todo lo que quieras que te hagan a ti. Esa es la esencia de todo lo que se enseña en la ley y en los profetas”. Una versión Bíblica dice; “Eso es lo que enseña la Biblia”.
Ya en el Antiguo Testamento encontramos casos de sublime grandeza, como los de José y David, que supieron devolver bien por mal. Pero el Nuevo Testamento va mucho más lejos con el nuevo mandamiento del Señor, Juan 13:34–35,“Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros”. Una señal de que somos verdaderos discípulos de Cristo, es que amamos a nuestro prójimo a nuestros hermanos.
Si Jesucristo puso su vida por nosotros, también nosotros debemos poner nuestras vidas por nuestros hermanos, 1 Juan. 3:16, “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”.
Amemos así como Jesús, amemos así al prójimo más que a nosotros mismos. Sin duda que, después del Señor, nadie como Pablo ha cumplido este precepto del amor que llega hasta la total negación de sí mismo, 2 Corintios 12:15 dice; “Me siento feliz de gastar todo lo que tengo, incluso a mí mismo, para ayudarlos. ¿Será que entre más los quiero, ustedes me quieren menos?”. Este es un ¡versículo conmovedor!
Dios los guarde y los proteja siempre.
Un abrazo.
Pastor Kike Escobar (WMF)
Unidad Internacional de Oración (UIO)
Restoration Church UK
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