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Foto del escritorPs. Kike Escobar

La vida cristiana (por favor léelo hasta el final)

Hebreos 12:1


“Por lo tanto, ya que estamos rodeados por una enorme multitud de testigos de la vida de fe, quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante”.


Este es uno de los pasajes grandes y conmovedores del Nuevo Testamento, en el que su autor nos da un resumen casi perfecto de la vida cristiana.


En la vida cristiana tenemos una meta. El cristiano no es un errante que anda despreocupadamente por los senderos de la vida, sino un viajero que sabe adónde va. No es un turista que vuelve a pasar la noche a su punto de partida, sino un peregrino que siempre va de camino. La meta es nada menos que la semejanza con Cristo. La vida cristiana tiene un destino, y estaría bien que al final de cada día nos preguntáramos: ¿Cuánto hemos avanzado?


En la vida cristiana tenemos una inspiración. Estamos inmersos en una nube invisible de testigos; y son testigos en un doble sentido: porque han testificado de su fe en Jesucristo, y porque ahora son espectadores de nuestra actuación. El cristiano es como un corredor que compite a la vista del público. Cuando está haciendo su mayor esfuerzo, los espectadores le miran con interés; y esos espectadores son los que han ganado la corona en ocasiones anteriores.


En la vida cristiana tenemos que despojarnos del peso extra. Es verdad que estamos inmersos en la grandeza del pasado, pero también en los estorbos de nuestro propio pecado y las imperfecciones de nuestro tiempo. Nadie se pondría a escalar el Everest con la mochila cargada de toda clase de cosas pesadas e inútiles. Si queremos llegar lejos tendremos que viajar ligeros de equipaje. En la vida tenemos muchas veces que desembarazarnos de cosas. Puede que sean hábitos, o placeres, o excesos, o relaciones que nos condicionan y nos alejan del propósito de Dios. Debemos despojarnos de ellos como hace el atleta con su maletín deportivo cuando se dirige a la línea de salida; y no te parezca extraño que necesitemos la ayuda de Cristo para hacerlo.


En la vida cristiana necesitamos equilibrio. No es nada meramente romántico lo que nos da alas para sobrevolar las dificultades y los obstáculos, sin prisas pero sin indolencia, sino la determinación que persiste en el esfuerzo y rechaza el desánimo. Los obstáculos no la intimidan, y las dificultades no le quitan la esperanza. Es una entereza inalterable que se mantiene hasta alcanzar la meta.


En la vida cristiana tenemos un ejemplo, que es el mismo Jesús. Para alcanzar la meta que se le había propuesto, lo soportó todo; para llegar a la victoria tenía que pasar por la Cruz. El autor de Hebreos tiene una gran intuición cuando dice de Jesús que no se dejó impresionar por la terrible vergüenza que implicaba la Cruz. Jesús era sensible; nunca ha habido una persona con un corazón más sensible. La Cruz era algo humillante, reservado para los peores criminales y para los que la sociedad consideraba escoria, pero Jesús la aceptó. Si Jesús lo pudo soportar, nosotros también podremos con Su ayuda.


En la vida cristiana tenemos una presencia, la presencia de Jesús, que es al mismo tiempo la meta y el compañero de viaje, hacia el que nos dirigimos y con quien vamos. Lo maravilloso de la vida cristiana es que proseguimos adelante rodeados de hermanos en la fe, sin interés en nada más que en la gloria de la meta, y siempre en compañía del que ha recorrido el camino y alcanzado la meta, que nos espera para darnos la bienvenida cuando lleguemos al fin de la carrera.


No luchamos solos ni somos los primeros en luchar con los problemas que afrontamos. Otros también han participado en la carrera y han ganado, y su testimonio nos anima a correr y a ganar. ¡Qué legado tan inspirador el que tenemos!


La vida cristiana implica trabajo arduo. Requiere poner a un lado todo lo que ponga en peligro nuestra relación con Dios, correr con paciencia y hacer frente al pecado en el poder del Espíritu Santo. Para vivir con eficiencia esta vida, debemos fijar nuestros ojos en Cristo. Titubearemos si apartamos la mirada de Él y si nos miramos a nosotros mismos o contemplamos las circunstancias que nos rodean. Debemos correr para participar en la carrera de Cristo, no en la nuestra, y siempre debemos fijar nuestra mirada en Él. Amén.


Dios los guarde y los proteja siempre.


Un abrazo.


Pastor Kike Escobar (WMF)

Unidad Internacional de Oración (UIO)

Restoration Church UK

www.kikeescobar.com





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