Hechos 5:17-32
“El sumo sacerdote y sus funcionarios, que eran saduceos, se llenaron de envidia. Arrestaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. Pero un ángel del Señor llegó de noche, abrió las puertas de la cárcel y los sacó. Luego les dijo: ¡Vayan al templo y denle a la gente este mensaje de vida!
Así que, al amanecer, los apóstoles entraron en el templo como se les había dicho, y comenzaron a enseñar de inmediato. Cuando llegaron el sumo sacerdote y sus funcionarios, convocaron al Concilio Supremo, es decir, a toda la asamblea de los ancianos de Israel. Luego mandaron a sacar a los apóstoles de la cárcel para llevarlos a juicio. Pero, cuando los guardias del templo llegaron a la cárcel, los hombres ya no estaban. Entonces regresaron al Concilio y dieron el siguiente informe: La cárcel estaba bien cerrada, los guardias estaban afuera en sus puestos pero, cuando abrimos las puertas, ¡no había nadie!
Cuando el capitán de la guardia del templo y los sacerdotes principales oyeron esto, quedaron perplejos y se preguntaban en qué iba a terminar todo el asunto. Entonces alguien llegó con noticias sorprendentes: ¡Los hombres que ustedes metieron en la cárcel están en el templo enseñando a la gente!
El capitán fue con los guardias del templo y arrestó a los apóstoles, pero sin violencia, porque tenían miedo de que la gente los apedreara. Después llevaron a los apóstoles ante el Concilio Supremo, donde los confrontó el sumo sacerdote. ¿Acaso no les dijimos que no enseñaran nunca más en nombre de ese hombre?, les reclamó. En lugar de eso, ustedes han llenado a toda Jerusalén con la enseñanza acerca de él, ¡y quieren hacernos responsables de su muerte!
Pero Pedro y los apóstoles respondieron: Nosotros tenemos que obedecer a Dios antes que a cualquier autoridad humana. El Dios de nuestros antepasados levantó a Jesús de los muertos después de que ustedes lo mataron colgándolo en una cruz. Luego Dios lo puso en el lugar de honor, a su derecha, como Príncipe y Salvador. Lo hizo para que el pueblo de Israel se arrepintiera de sus pecados y fuera perdonado.
Nosotros somos testigos de estas cosas y también lo es el Espíritu Santo, dado por Dios a todos los que lo obedecen”.
El segundo arresto de los apóstoles era inevitable. El Sanedrín les había prohibido terminantemente que siguieran impartiendo enseñanza acerca de la persona de Jesús, y ellos habían desobedecido abiertamente esa orden. La cuestión era doblemente seria para el Sanedrín: los apóstoles eran no sólo herejes, sino alborotadores en potencia. Palestina siempre estaba a punto para una conflagración; y, si aquello no se atajaba, podría originarse un levantamiento popular. Y eso era lo último que querían los sacerdotes y los saduceos, porque haría que intervinieran los Romanos.
Los líderes religiosos estaban celosos, Pedro y los apóstoles ya habían ganado más respeto de lo que ellos habían recibido. La diferencia, sin embargo, radicaba en que los líderes religiosos demandaban respeto y reverencia para ellos mismos; la meta de los apóstoles era lograr respeto y reverencia hacia Dios.
Puede que no fuera un milagro la liberación de los apóstoles. La palabra ánguelos tiene dos sentidos: puede querer decir un ángel, pero también un mensajero humano. Aun en este segundo caso, el agente de la liberación habría sido un ánguelos del Señor, y su intervención un milagro de la providencia divina cuando una solución humana parecía imposible. Estimado amig@, el ángel del Señor, viene en camino a socorrerte, Dios ha visto tu aflicción y se ha hecho propicio a tu necesidad, créelo.
En el relato de los acontecimientos que siguieron a la liberación se reflejan claramente las cualidades de aquellos hombres de Dios:
· Eran hombres de valor. La orden de volver a predicar en el Templo le sonaría inaceptable a cualquier persona sensata. Obedecer esa orden era asumir un riesgo insensato. ¡Pero la cumplieron!
· Eran hombres de principios, y su principio prioritario era que, en todas las circunstancias, obedecer a Dios era lo más importante. No se preguntaban: ¿Es seguro este curso de acción?, sino: ¿Es esto lo que Dios quiere que hagamos?
· Tenían una idea clara de su misión. Sabían que eran testigos de Cristo. Un testigo es esencialmente alguien que dice lo que sabe de primera mano. Sabe por propia experiencia que lo que dice es verdad. Y es imposible detener a un hombre así, porque es imposible detener la verdad.
Los apóstoles tenían poder para hacer milagros, gran audacia en la predicación y la presencia de Dios en sus vidas; sin embargo, no estaban libres de azotes y persecución. Los arrestaron, encarcelaron, azotaron con látigos y los calumniaron los líderes de la comunidad. La fe en Dios no elimina los problemas, hace que parezcan menos temidos porque los pone en la debida perspectiva. Usted no puede esperar que todos reaccionen favorablemente cuando anuncia algo tan dinámico como su fe en Cristo. Algunos se sentirán celosos, temerosos o amenazados. Espere algunas reacciones negativas, pero recuerde que debe interesarle más servir a Dios que las reacciones de las personas.
Suponga que alguien amenaza matarlo si usted no deja de hablar acerca de Dios. Quizás se sienta tentado a callar. Pero los apóstoles, después de la amenaza de los líderes influyentes, el arresto, los azotes, el encarcelamiento y su liberación milagrosa, volvieron a predicar. Esto era nada menos que el poder de Dios obrando en este grupo de hombres. Cuando estamos convencidos del poder de la resurrección de Cristo y luego de experimentar la presencia y poder de su Espíritu Santo, podemos confiar al hablar a otros de Cristo.
Los apóstoles conocían sus prioridades. Debemos tratar de vivir en paz con todos, el conflicto con el mundo y sus autoridades es, algunas veces, inevitable para un cristiano. Habrá situaciones en las que usted no podrá obedecer a ambos, a Dios y al hombre. Entonces deberá obedecer a Dios y confiar en su Palabra. Permita que las palabras de Jesús en Lucas 6:22-23 le animen: “Dios los bendecirá a ustedes cuando la gente los odie o los insulte, o cuando sean rechazados y nadie quiera convivir con ustedes. La gente los tratará así sólo porque me obedecen a mí, el Hijo del hombre. Siéntanse felices, salten de alegría, porque Dios ya les tiene preparado un premio muy grande”.
Nos espera un galardón grande en el cielo, debemos gozarnos y continuar sirviendo a Dios a pesar de las adversidades.
Feliz día, Dios los guarde y los proteja siempre.
Un abrazo.
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