Rut 3:3
“Mira, haz lo que te digo. Báñate, perfúmate y vístete con tu ropa más linda. Después baja al campo de trillar pero no dejes que Booz te vea hasta que termine de comer y de beber”.
La era se instalaba por costumbre en la parte más alta de la colina para que el viento pudiera soplar a través de ella desde cualquier dirección. Ahora el aventamiento del grano (la trilla) se empezaba por la tarde. Todas las familias que trabajaban en determinado campo, el dueño, su familia y sus siervos, acampaban alrededor de la era. En aquella tierra el viento comenzaba a soplar en las horas de la tarde y los hombres comenzaban a trabajar. Por la mañana no había brisa alguna, pero en la tarde, el viento empezaba a soplar y se llevaba el polvo y la arena por todas partes. Luego a la puesta del sol, o durante la noche, el viento dejaba de soplar.
Luego al concluir esta labor celebraban una gran fiesta, una fiesta mayormente religiosa. Muchos de los hermosos Salmos acerca de la naturaleza serían apropiados para esta fiesta de la era como, por ejemplo el Salmo 19:1-2 que dicen: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría”. Allí estaban bajo la capa del cielo, bajo el sol de día, y bajo la luna y las estrellas de la noche. Así se celebraba la fiesta en la era en los tiempos de Rut y Booz. Era un tiempo para comer y beber, y para dar gracias a Dios por una cosecha abundante. Indudablemente era también un momento romántico que conectaba las emociones, era una ocasión para darle gracias a Dios por Su bondad, por Su gracia y por Su amor. Esto es algo que hoy en día realmente no hacemos mucho.
Noemí le dijo a Rut que esperase hasta que hubiera terminado la fiesta religiosa y la instruyó para que le dijera a Booz que ella quería que él fuese su pariente-redentor. Hasta este momento Rut no había hecho nada al respecto. Había cuatro cosas que Rut debía hacer. Creo que estas instrucciones constituyen una figura del pecador que viene a Cristo. Porque hay cuatro pasos que son esenciales para el pecador.
1. En primer lugar, Rut debía “lavarse”. Cuando llegamos al Señor Jesucristo para recibir la salvación, según lo expresó el apóstol Pablo en su carta a Tito 3:5: “Él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”. Tenía que ser así porque en Isaías 64:6 leemos que: “. . .todas nuestras justicias son como trapo de inmundicia” (estos trapos eran las toallas higiénicas de esa época).
Por tal motivo, el Señor le dijo a aquel fariseo llamado Nicodemo que, por más que el fuese un hombre bueno y religioso, y realmente lo era, necesitaba un baño espiritual, es decir, el lavamiento de la regeneración. Por eso el Señor también le dijo, en Juan 3:7, “Os es necesario nacer de nuevo”. Se trata de experimentar un nuevo nacimiento espiritual. De otra manera, no se podrá entrar al cielo. Nadie puede salvarse sin convertirse en una nueva criatura unida a Jesucristo. Ninguno de nosotros está preparado para entrar en el cielo hasta que hemos experimentado ese nuevo nacimiento y hemos sido regenerados por el Espíritu Santo.
2. En segundo lugar, Rut debía “ungirse”. Después de la muerte de su primer marido, suponemos que Rut habrá utilizado vestidos de luto y no habrá hecho ningún esfuerzo por aparecer atractiva. Pero ahora Noemí era consciente de que alguien estaba interesado en Rut, y le dijo que se perfumase. Ahora, esto también se corresponde con nuestra experiencia cristiana. Cuando nos convertimos en hijos de Dios, somos como niños. Pero también se espera que crezcamos que alcancemos el desarrollo pleno en el cual podremos comprender la verdad divina. Y al creyente se le dice algo sobre la unción que él ha recibido. Los creyentes tenemos una unción del espíritu Santo. Y esto habla de la unción del Espíritu Santo. El apóstol Juan, el apóstol del amor, dijo en 1 Juan 2:20: “Vosotros tenéis la unción del Santo y conocéis todas las cosas”. Es decir, que el Espíritu de Dios es el que puede enseñarnos toda la verdad y todos necesitamos recibir esa enseñanza del Espíritu de Dios. Cuando recibimos la unción del Espíritu Santo, empezamos a oler a gloria.
Esa es la única manera en que podamos entender lo que necesitamos saber hoy de la Palabra de Dios. Uno no puede acercarse a este libro, la Biblia, solamente con el intelecto humano y esperar comprenderlo. Con el intelecto humano podríamos entender los hechos y ciertas verdades intelectuales; pero solo el Espíritu de Dios nos puede enseñar las verdades espirituales. Si vamos a comprender la Palabra de Dios, nuestros ojos necesitan ser ungidos por el Espíritu de Dios a fin de que veamos la verdad. El apóstol Pablo dijo en 1 Corintios 2:9-10: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios”. Es preciso reconocer que cuando hemos experimentado el nuevo nacimiento espiritual, se nos ha dado una unción del Espíritu de Dios. Ello no quiere decir que uno prescinda del aprendizaje ni de los maestros humanos. Todos nos hemos beneficiado de todo lo que nos ha sido legado por devotos maestros del pasado, y de personas cualificadas y enseñadas por el Espíritu de Dios. Por supuesto que Dios ha dado maestros a la iglesia actual. Pero ni ellos, ni toda la riqueza didáctica del pasado pueden iluminarnos a menos que el Espíritu de Dios sea el maestro.
3. En tercer lugar, Noemí le dijo a Rut: “Ponte tu mejor vestido”. En otras palabras, debía quitarse esa ropa de luto que llevaba y ponerse un vestido de fiesta. Noemí le dijo: “Rut ponte un vestido como los que te gustaba ponerte cuando tú y mi hijo salíais de noche para asistir a un evento social. Si Booz se ha enamorado de ti mientras has llevado aquella ropa de luto, mucho más le agradará verte con un traje bonito”. Este es el tercer paso para el creyente. Cuando vinimos a Cristo y le aceptamos como Salvador, se nos dijo que Él se convertía en nuestra justicia. No sólo quitó nuestros pecados, no sólo nos regeneró convirtiéndonos en hijos de Dios, pero nos impartió, nos traspasó Su propia justicia, porque nosotros no tenemos ninguna justicia propia. En realidad, se puede hablar de un manto de justicia, con el cual el reviste a todos los que Él salva.
El apóstol Pablo habló en sus cartas sobre la justicia de Cristo. Él aclaró que es sólo mediante el creer en Cristo que uno recibe esta justicia. En Filipenses capítulo 3: 9, dijo: “...no teniendo mi propia justicia, que se basa en la ley, sino la que se adquiere por la fe de Cristo, la justicia que procede de Dios y se basa en la fe”. Y en su carta a los Romanos 3:22, habló de “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en Él, porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”. Cristo cubre como con un manto al pecador que cree en Él, de manera que Dios nos ve unidos a Cristo, y Su justicia se convierte en nuestra justicia, en nuestro nuevo vestido.
4. Por último, la cuarta cosa que Noemí le aconsejó a Rut que hiciera, fue que se dirigiera a la era y le dijera a Booz que quería tenerle a él como su pariente- redentor.
Aquí pues estamos en la era. Una de las leyes extrañas de aquel entonces hacía necesario que Rut se declarara a Booz. Aunque era muy obvio que él estaba enamorado de ella, él se hallaba en una posición difícil. Ella era viuda. Ella debía pedirle que fuera su pariente-redentor. Por muchas semanas Booz había estado caminando por los campos con Rut. Se contuvo lo mejor que pudo, sin declararse a Rut porque sucedía que había otro pariente más próximo que Booz. Booz pues tenía que esperar hasta que Rut diera algún indicio de que ella misma quería que él fuese su pariente-redentor.
Noemí pues, instruyó a Rut que fuera a la era y que le dijera a Booz cuáles eran sus intenciones. Pero, Noemí le amonestó a que no dijera nada hasta que él terminara de comer y de beber. En otras palabras, no debía interrumpir su trabajo hasta que hubiera terminado el día. No debía interrumpir la celebración de acción de gracias a Dios por haberles dado una cosecha abundante.
Podemos concluir que cuando el novio Jesucristo, busca Su novia la Iglesia, esta debe pedirle que se case con ella. Debemos como iglesia pedirle a nuestro amado novio que nos redima, que nos salve, que sea uno con nosotros. No quiero sonar irreverente, pero si una mujer sabe que le interesa a una persona, podría según esta historia, pedirle que fuera su novio y se casara con ella, no siempre las cosas deben ser como lo muestra la tradición, la palabra de Dios rompe esquemas humanos.
Continuara……
Feliz día, Dios los guarde y los proteja siempre.
Un abrazo.
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