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Foto del escritorPs. Kike Escobar

Soportando las ofensas

2 Samuel 16:5-14


Mientras el rey David llegaba a Bahurim, salió un hombre de la aldea maldiciéndolos. Era Simei, hijo de Gera, del mismo clan de la familia de Saúl. Les arrojó piedras al rey, a los oficiales del rey y a los guerreros valientes que lo rodeaban.


¡Vete de aquí, asesino y sinvergüenza!, le gritó a David. El Señor te está pagando por todo el derramamiento de sangre en el clan de Saúl. Le robaste el trono, y ahora el Señor se lo ha dado a tu hijo Absalón. Al fin te van a pagar con la misma moneda, ¡porque eres un asesino!


¿Cómo es posible que este perro muerto maldiga a mi señor el rey?, exclamó Abisai, el hijo de Sarvia. ¡Déjeme ir y cortarle la cabeza! ¡No!, dijo el rey. ¿Quién les pidió su opinión a ustedes, los hijos de Sarvia? Si el Señor le dijo que me maldijera, ¿quiénes son ustedes para detenerlo?


Entonces David les dijo a Abisai y a sus sirvientes: Mi propio hijo quiere matarme, ¿acaso no tiene este pariente de Saúl todavía más motivos para hacerlo? Déjenlo en paz y permítanle que maldiga, porque el Señor le dijo que lo hiciera. Y tal vez el Señor vea con cuánta injusticia me han tratado y me bendiga a causa de estas maldiciones que sufrí hoy.


Así que David y sus hombres continuaron por el camino, y Simei les seguía el paso desde un cerro cercano, maldiciendo y tirándole piedras y tierra a David.


El rey y todos los que estaban con él se fatigaron en el camino, así que descansaron cuando llegaron al río Jordán”.


Cuán insolente fue la furia de Simeí y cuán malvada su actitud al aprovecharse de la presente aflicción de David para mejor llenarle de insultos y ofensas. Simei mantuvo una constante insistencia en contra de David. A pesar de que las maldiciones eran injustificadas, ya que David no tuvo parte en la muerte de Saúl; David y sus seguidores toleraron tranquilamente el abuso. El mantener la compostura frente las ofensas y la crítica injustificada puede ser una experiencia difícil y un desgaste emocional, pero si no puede detener la crítica y la ofensa, es mejor ignorarla. Recuerde que Dios sabe cuánto está soportando, y Él lo reivindicará si está en lo correcto.


Cómo expresó el rencor Simeí de su corazón.


(A) Arrojaba piedras contra David, como si el rey fuera un perro muerto. Son palabras de maldad que procuran generar daño en el otro. Las palabras son fiel reflejo de cómo está el corazón. Un corazón enfermo habla maldad.


(B) Iba esparciendo polvo, el cual, probablemente, le caería a sus propios ojos, como le caerían a su misma cabeza las maldiciones que profería contra David. Así, mientras su maldad resultaba odiosa, su impotencia resultaba ridícula y despreciable. Toda palabra de maldición mal infundada sobre nosotros, se vuelve sobre las cabezas de los que la enviaron. Debemos tener mucho cuidado cuando hablamos mal de otras personas, podemos estar murmurando y atrayendo maldición sobre nuestras vidas.


(C) Acompañaba con insultos las piedras y el polvo que arrojaba. Las palabras causan más daño que un arma, lastiman el alma. Veamos cómo se atreven los malvados a poner al servicio de su rencor, su amargura y venganza lo que a ellos les parece juicios de Dios contra otros. Una persona con un corazón enfermo, herido y con falta de sanidad, termina haciéndoles daño a las otras personas.


Cuán pacientemente y con qué sumisión a los designios de Dios soportó David los insultos y ofensas de Simeí. Los hijos de Sarvia, especialmente Abisay, como sobrinos del rey y generales de su ejército, no pudieron aguantar la afrenta: ¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey? Si David les hubiese dado licencia, habrían silenciado pronto aquellos labios maldicientes y le habrían cortado la cabeza a Simeí. Pero el rey no lo consintió: ¿Qué tengo yo con vosotros? ¿Qué a mí y a vosotros?, hijos de Sarvia? Déjale que me maldiga. De modo semejante hubo de reprender Cristo a sus discípulos cuando, celosos del honor de Él, querían hacer descender fuego del cielo sobre la ciudad que le afrentó.


Veamos ahora con qué consideraciones conservó David la calma.


1. La principal fue que reconoció merecer esta aflicción; de ahí que la considerase como venida de la Mano de Dios. En cuanto a que era pecado de Simeí, no era de parte de Dios, sino del diablo y de su propio malvado corazón. No hay nada tan eficaz para llevar la calma a un hijo de Dios que se halla en grave aflicción como ver en ella la Mano de Dios.


2. Se consuela con la esperanza de que Dios, de una manera u otra, sacará bien de este mal. Hemos de depender de Dios como de un amo que es buen pagador, un Justo Juez (lo contrario del diablo), pues nos recompensa, no sólo por nuestros servicios, sino también por nuestros sufrimientos.


Cultivemos la mansedumbre y dejemos a Dios el Juicio. Mía es la venganza dice el Señor.


Dios los guarde y los proteja siempre.


Un abrazo.


Pastor Kike Escobar (WMF)

Unidad Internacional de Oración (UIO)

Restoration Church UK





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