2 Samuel 22 / Salmo 18 (Es de suma importancia leer todo el pasaje Bíblico antes de continuar leyendo el devocional). Por favor léelo hasta el final.
Hoy terminamos el estudio de este hermoso Salmo escrito por David en 2 Samuel 22, el cual también es el Salmo 18.
“Contigo desbarataré ejércitos, y con mi Dios asaltaré muros”: Cuando Dios cubrió las necesidades de David, le trajo fuerza. Un hombre no debería ser capaz de luchar contra ejércitos, ni debe ser capaz de asaltar muros que protegen una ciudad, sin embargo, en Dios tenemos la fortaleza para hacerlo.
David sabía el principio de Efesios 6:10 mucho antes de que Pablo escribiera las palabras: “fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza”. Dios tiene una fuente de poder (su fuerza) que hace disponible para nosotros a través de la fe. No tenemos que ser fuertes en nuestra fuerza, pero podemos ser fuertes en Su fuerza.
La liberación de David viene de Dios
Salmo 18:30-45
“El camino de Dios es perfecto. Todas las promesas del Señor demuestran ser verdaderas. Él es escudo para todos los que buscan su protección. Pues ¿quién es Dios aparte del Señor? ¿Quién más que nuestro Dios es una roca sólida?
Dios me arma de fuerza y hace perfecto mi camino. Me hace andar tan seguro como un ciervo, para que pueda pararme en las alturas de las montañas. Entrena mis manos para la batalla; fortalece mi brazo para tensar un arco de bronce. Me has dado tu escudo de victoria. Tu mano derecha me sostiene; tu ayuda me ha engrandecido.
Has trazado un camino ancho para mis pies a fin de evitar que resbalen. Perseguí a mis enemigos y los alcancé; no paré hasta verlos conquistados. Los herí de muerte para que no pudieran levantarse; cayeron debajo de mis pies. Me has armado de fuerza para la batalla; has sometido a mis enemigos debajo de mis pies. Pusiste mi pie sobre su cuello; destruí a todos los que me odiaban. Pidieron ayuda, pero nadie fue a rescatarlos. Hasta clamaron al Señor, pero él se negó a responder. Los molí tan fino como el polvo que se lleva el viento. Los barrí y los eché a la calle como suciedad.
Me diste la victoria sobre los que me acusaban. Me nombraste gobernante de naciones; ahora me sirve gente que ni siquiera conozco. En cuanto oyen hablar de mí, se rinden; naciones extranjeras se arrastran ante mí. Todas pierden el valor y salen temblando de sus fortalezas”.
Cuando Dios cubrió las necesidades de David le llevó protección. David podía ver con luz y sostenerse en la fuerza de Dios, pero aun así necesitaba protección sobrenatural. La confianza de David era el vínculo vital para recibir la protección de Dios.
David pensaba en cómo las ciervas parecían brincar de un lugar a otro sin perder el equilibrio. Dios le dio el mismo tipo de habilidad al trabajar a través de los desafíos traídos por sus enemigos.
David pensaba en la fuerza necesaria para doblar un arco hecho de bronce. Dios le dio el mismo tipo de fuerza para vencer a los desafíos traídos por sus enemigos.
Para David, no solo se trataba de poder y habilidad. Era también sobre recibir la misericordia de Dios y disfrutar una relación con el Dios de la gran benignidad. Ésta también era una fuente de fortaleza para David.
David disfrutaba del lugar de victoria que tenía en el Señor. No era renuente de proclamarlo, ya sea por falta de falsa humildad o por la incertidumbre de poseer la victoria, él sabía que los enemigos podían levantarse otra vez, pero el volteó la mirada al campo de batalla y dijo, “Caerán debajo de mis pies, y cuando estuvieron bajo mis pies como lodo de las calles los pisé y los trituré”
David no solo tenía que luchar con problemas de enemigos, sino también con las contiendas de su propio pueblo. En medio de la batalla tenía que soportar la contienda de su propio pueblo, pero Dios lo sostuvo a través de eso también.
David sabía que el trono le pertenecía a Dios. David sabía, “El trono no es mío. No para tenerlo, no para tomarlo, no para protegerlo, y no para quedármelo. El trono es del Señor”. Por lo tanto cuando David tenía el trono, él sabía que era Dios quien se lo había dado.
David a alaba al Señor de su liberación.
David pensaba en la gran victoria de Dios para él y solo podía adorar. David hizo hincapié en la idea, “Esta es la victoria de Jehová. El la ganó por mí. La gloria va para Él”.
Vemos en este Salmo que David constantemente iba y venía de hablar sobre Dios (el que me libra) a hablarle directamente a Dios (Me libraste). David no parecía tener ningún problema en moverse entre los dos aspectos, indicando que hay un lugar para ambos en la alabanza.
“Y cantaré a tu nombre”: Ser salvado cantando es realmente ser salvado. Muchos son salvados llorando y dudando; pero David tenía tal fe que podía pelear cantando, y ganar la batalla con la canción aún en sus labios
El apóstol Pablo cita 2 de Samuel 22:50 (Salmo 18:49) en Romanos 15:9, “También vino para que los gentiles le dieran la gloria a Dios por la misericordia que él tuvo con ellos. A eso se refería el salmista cuando escribió: Por eso, te alabaré entre los gentiles, cantaré alabanzas a tu nombre”.
David terminó el Salmo entendiendo su posición en misericordia. A pesar de que antes en el Salmo proclamó su propia rectitud, regresó al fundamento de la misericordia de Dios. La relación de David con Dios estaba basada en la gran misericordia de Dios, no sobre la propia rectitud de David.
Dios los guarde y los proteja siempre.
Pastor Kike Escobar (WMF)
Fundación ONG
Unidad Internacional de Oración (UIO)
Restoration Church UK
www.kikeescobar.com
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