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Foto del escritorPs. Kike Escobar

Un diálogo de guerra

1 Samuel 17:41-45


“Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo.


Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; más yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado”.


La noticia ha corrido y ha llegado a los dos campamentos. Goliat tiene un retador que va a defender el estandarte hebreo. Ahora se aproxima una muchedumbre de soldados para presenciar el acontecimiento. Las tropas están en el valle de Ela (a 22 km de Jerusalén). De un lado, sobre las colinas, están los filisteos. Del otro lado, sobre los cerros, están los hebreos. Los filisteos han traído instrumentos musicales para celebrar el triunfo tan pronto su paladín lo obtenga. No tienen duda sobre cuál será el resultado de la contienda. Nadie jamás ha logrado vencer a Goliat. La mayoría de veces el enemigo ha huido aterrorizado al solo verlo.


No se trata de que David no tenga miedo. Sin duda que sus sentimientos en ese momento son complejos y difíciles de explicar. Su corazón palpita con fuerza porque sabe que su responsabilidad es muy grande. Es consciente de que está defendiendo el pabellón de Israel. Se da cuenta de que si él comete un pequeño error el gigante lo destrozará. Sin embargo, tiene la profunda convicción de que el Señor está a su lado y que el resultado final va a ser la victoria.


Es cierto, él sabe que humanamente hablando no tiene ninguna posibilidad de ganarle al gigante. Su currículo y sus cartas credenciales no son nada llamativas. Ha concurrido al conservatorio de música del Señor y a la escuela militar de Dios. Allí, luchando contra el fiero león o contra el feroz oso, ha aprendido que Dios le puede dar la fuerza y la victoria, que con la ayuda de Dios puede vencer el miedo paralizador; el Señor se lo ha demostrado varias veces en el pasado. David tiene la certeza de que también lo hará ahora. El ayudante de Goliat tenía un escudo a prueba de todo tipo de proyectiles. Pero lo que el gigante no sabía era que David tenía un escudero invisible e invencible.


“Cuando el filisteo miró y vio a David, lo tuvo en poco, porque era un joven de tez sonrosada y de hermoso semblante... El filisteo maldijo a David por sus dioses”. Al hacerlo ha firmado su propia pena capital. La muchedumbre del ejército observa con miedo. A la mayoría no le cabe duda cuál va a ser el resultado. Dicen algunos: “Pobrecito, tan joven y guapo para morir”. Es probable que algunos de los hebreos estén orando al Señor para que él haga un milagro. Saben que ese Jehová que los sacó con mano poderosa de Egipto los puede libertar una vez más. Del otro lado, en el campamento filisteo, el ruido va aumentando mientras vitorean a su representante: “¡Viva Goliat! ¡Qué sí, que no, Goliat es el campeón!”.


Los tambores y los címbalos filisteos suenan con compases infernales presagiando el triunfo. El ritmo se vuelve cada vez más rápido y más intenso. Goliat hace una seña y todos guardan silencio. Con voz fuerte, grave y ronca dice: “¡Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a los animales del campo!”.


Un fuerte aplauso se escucha del lado del campamento filisteo. Otra vez se escuchan las mismas porras: “¡Qué sí, que no, Goliat es el campeón!”.


Luego se escucha la voz del joven de buen aspecto. No trae coraza, no tiene casco, no tiene escudero y no tiene espada. Es un ejemplo viviente de la carencia instrumental bélica. Todo lo que lleva es su honda, su cayado, su zurrón y una fe inamovible en la fidelidad de su Dios. La voz de David suena clara y fuerte. Sus palabras no denotan miedo ni temor: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. Pero yo voy contra ti en el nombre del Señor de los Ejércitos, Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado”.


Todo lo que habrán hablado fue fácilmente oído y entendido por los dos lados del campo. Esta no sería una pelea entre dos ejércitos solamente, sino entre las fuerzas de las tinieblas y las de la luz. Y como el Hijo de David “despojó a los principados y autoridades, y los exhibió como espectáculo público, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15), así dio anticipo de estas cosas al proporcionar su triunfo a David en el valle de Ela.


Continuará………

Dios los guarde y los proteja siempre.


Pastor Kike Escobar (WMF)

Unidad Internacional de Oración (UIO)

Restoration Church UK

www.kikeescobar.com

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