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Foto del escritorPs. Kike Escobar

Un reproche injusto

1 Samuel 17:28-30


“Eliab, el hermano mayor de David, le oyó hablar con los hombres y se puso furioso con él. Le reconvino: ¿Qué has venido a hacer aquí? ¿Con quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Te conozco. Eres un atrevido y mal intencionado.


¿Y ahora qué hice? Preguntó David. ¡Si apenas he abierto la boca! Apartándose de su hermano, les preguntó a otros, quienes le dijeron lo mismo”.


Este es el típico caso de rencillas entre hermanos, como la que existía entre José y sus hermanos (Génesis 37). Eliab es el hijo mayor de Isaí, un hombre alto y apuesto. Como primogénito disfrutaba de una posición privilegiada en la estructura familiar. Se le reconoce como líder entre los hermanos, y se le debe una doble porción de la herencia. David, siendo el octavo hijo de Isaí, es por lo menos ocho años menor que Eliab, quizá más. El hecho de que David haya sido asignado a cumplir las labores de la casa y de mensajero, sugiere que aún no tiene edad para estar en el campo de batalla. El campo de batalla es mundo de hombres, un mundo de machos. Eliab recibe con gusto las provisiones de David, pero no le sienta bien verle hablar con los soldados de las recompensas que un soldado valiente puede recibir si derrota al gigante filisteo sin la ayuda de nadie.


En el campo de batalla David es como un pez fuera del agua. A Eliab le parece ridículo que David confronte el gigante y reclame las recompensas, y por eso responde como responde. Eliab le recuerda a David cuál es su lugar, con el rebaño en el monte, no en el campo de batalla. No solo acusa a David de osadía, sino también de un voyerismo malvado, del deseo de ver a los hombres en combate, de presenciar su violencia y sentir la emoción que acompaña la victoria, o la agonía de la derrota, de tratar esta situación de vida o muerte como si fuera un deporte de espectador.


Nos preguntamos cómo es que Eliab, que vio cómo Samuel ungía a David, puede comportarse de manera tan despectiva con el ungido. Hay dos posibilidades: Primero, que a los hermanos mayores les cueste reconocer a los hermanos menores, aun cuando éstos hacen cosas importantes. David, según ellos, todavía no ha hecho nada que merezca reconocimiento. Segundo, Eliab no tiene la fe ni la visión que tiene David. Esta es una de las razones por la cual el Señor, rechazó a Eliab para ser ungido como rey.


David responde al desdén de Eliab de la misma manera desdeñosa. ¿Qué he hecho yo ahora? David no consiente ser silenciado por Eliab. Le da la espalda a su hermano y sigue conversando con los soldados.


Eliab, trató de desanimar a su hermano menor dirigiéndose a él con injustos reproches. En ellos vemos:


- Un fruto de los celos de Eliab, quien era el hermano mayor, mientras que David era el más joven de todos. Le dolía a Eliab, escuchar de labios de su hermano menor unas frases tan atrevidas que él mismo no se había arriesgado a pronunciar contra el filisteo. Sus celos eran tan grandes, que parecía como si prefiriese que Goliat triunfase sobre Israel antes que fuese su hermano David quien triunfase sobre el filisteo. Por lo que dijo Eliab, quería que los que estaban con él considerasen a David como un joven perezoso y orgulloso. Le da a entender que su obligación es cuidar las ovejas, e insinúa falsamente que era un pastor infiel y despreocupado.



- Una prueba para la mansedumbre, la paciencia y la constancia de David. Fue una prueba de breve duración, y en ella se mostró él, digno de completa aprobación, puesto que, soportó la provocación con ánimo admirable: ¿Qué he hecho yo ahora? Tenía de su parte la razón y el derecho, lo sabía bien y, por eso, con una respuesta suave aplacó la ira de su hermano. Este dominio de sí mismo fue, en muchos aspectos, más honroso que el dominio que ejercitó sobre Goliat. Siguió adelante en su propósito con admirable resolución. La mala voluntad de su hermano no había de quitarle la idea de aceptar el reto del filisteo.


La crítica no pudo detener a David. Mientras que el resto del ejército permanecía paralizado, David reconoció la importancia de actuar. Con Dios peleando por él no había razón para esperar. Puede ser que la gente trate de desalentarnos con comentarios negativos o burlas, pero nosotros debemos continuar haciendo lo que sabemos es correcto. Al hacerlo, estaremos complaciendo a Dios, cuya opinión es la que más debe importarnos.


Continuará…..


Dios los guarde y los proteja siempre.


Pastor Kike Escobar (WMF)

Unidad Internacional de Oración (UIO)

Restoration Church UK

www.kikeescobar.com



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