Hechos 7:1-7
“Entonces el sumo sacerdote le preguntó a Esteban: ¿Son ciertas estas acusaciones? Y Esteban dio la siguiente respuesta: Hermanos y padres, escúchenme. Nuestro glorioso Dios se le apareció a nuestro antepasado Abraham en Mesopotamia antes de que él se estableciera en Harán.
Dios le dijo: “Deja tu patria y a tus parientes y entra en la tierra que yo te mostraré”. Entonces Abraham salió del territorio de los caldeos y vivió en Harán hasta que su padre murió. Después Dios lo trajo hasta aquí, a la tierra donde ustedes viven ahora.
Pero Dios no le dio ninguna herencia aquí, ni siquiera un metro cuadrado de tierra. Pero, Dios sí le prometió que algún día toda la tierra les pertenecería a Abraham y a sus descendientes, aun cuando él todavía no tenía hijos.
Dios también le dijo que sus descendientes vivirían en una tierra extranjera, donde serían oprimidos como esclavos durante cuatrocientos años. Pero yo castigaré a la nación que los esclavice, dijo Dios, y al final saldrán de allí y me adorarán en este lugar”.
El capítulo anterior concluyó con una acusación contra Esteban. Y ahora, le preguntaron si la acusación que se le había hecho era verdad, o no. Por lo tanto, Esteban comenzó su defensa.
Y observemos ¡qué comienzo tan conciliador! Les llamó hermanos. Eran sus hermanos, físicamente. Y llamó padres a los más ancianos. Él era más joven que ellos y les mostró su respeto. Así era este joven, que sería el primer mártir de la Iglesia.
A veces oímos decir que en sus comienzos, el cristianismo fue realmente un movimiento juvenil. Y en realidad, no creemos que ésta sea una afirmación errónea. Por ejemplo, dos jóvenes que ocuparon un lugar muy prominente fueron Esteban, el de nuestro relato, y Saulo de Tarso. A Saulo de Tarso, le conoceremos más adelante como el apóstol Pablo. Estos dos hombres jugaron un papel clave en la formación del curso de la Iglesia primitiva. Ambos eran jóvenes muy notables. Ambos tenían dones y fueron usados por el Espíritu Santo. Sin embargo, la única vez en que estos dos jóvenes se encontraron fue siendo enemigos.
La cruz separó a Esteban y a Saulo de Tarso tan verdaderamente, como separó a los dos ladrones que fueron crucificados con Jesús. El apóstol Pablo, Saulo antes de su conversión, sabía lo que decía cuando en 1 Corintios 1:18, dijo: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios”. Cuando Saulo vio a Esteban, él creyó que era un insensato, un loco.
Esta defensa de Esteban aquí, constituyó un golpe maestro. Él hizo un repaso de la historia de la nación, comenzando con Abraham. Allí es donde comenzó la historia de la nación de Israel. No retrocedió más que hasta Abraham. Usted encontrará lo mismo en el evangelio según San Mateo. Este libro, escrito a la nación de Israel, trazó la genealogía de Jesucristo hasta Abraham. Ahora, si usted quiere remontarse hasta Adán, tendrá que ir al evangelio según San Lucas. Esteban pues, comenzó con Abraham, un hombre de fe.
Y aunque en este discurso histórico encontramos la oposición y la rebelión de la nación contra Dios, siempre quedó un resto de creyentes. Es decir, un remanente fiel a Dios. Y hoy ocurre lo mismo. En la Iglesia organizada, en la Iglesia visible, la cual usted y yo podemos ver, hay siempre un remanente de creyentes. En la Iglesia visible no todos son verdaderos creyentes, aunque lo parezcan. Algunos se cuestionan si ciertas personas que profesan ser cristianas son realmente creyentes, aunque asistan a la iglesia. Y así como en la nación de Israel había un remanente fiel, así también en la Iglesia visible hay un remanente de verdaderos creyentes. Eso todavía es cierto en la actualidad.
Abraham fue un hombre de fe. Creyó a Dios, y obedeció a Dios, porque la fe siempre conduce a la obediencia. Esteban comenzó su discurso con Abraham, cuando éste vivía en Mesopotamia en el valle de los ríos Tigris y Éufrates. Ese fue el lugar donde se encontraba el pueblo natal de Abraham. Fue allí donde Dios le llamó.
En realidad, Esteban no se defendió. En lugar de ello tomó la ofensiva, aferrándose a la oportunidad para resumir sus enseñanzas acerca de Jesús. Esteban acusó a los líderes religiosos por fallar en obedecer las leyes de Dios, las leyes que ellos con orgullo manifestaban seguir meticulosamente. Esta fue la misma acusación que Jesús elevó en contra de ellos. Cuando testificamos de Jesús, no necesitamos estar a la defensiva, sino simplemente debemos manifestar nuestra fe.
Continuara…….
Feliz día, Dios les guarde y los proteja siempre.
Un abrazo.
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