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Foto del escritorPs. Kike Escobar

Una gran prueba de fe

1 Samuel 30:1-8


“Tres días después, cuando David y sus hombres llegaron a su casa en la ciudad de Siclag, encontraron que los amalecitas habían asaltado el Neguev y Siclag; habían destruido Siclag y la habían quemado hasta reducirla a cenizas. Se habían llevado a las mujeres y a los niños y a todos los demás, pero sin matar a nadie.


Cuando David y sus hombres vieron las ruinas y se dieron cuenta de lo que les había sucedido a sus familias, lloraron a más no poder. Las dos esposas de David, Ahinoam de Jezreel y Abigail, la viuda de Nabal de Carmelo, estaban entre los que fueron capturados. David ahora se encontraba en gran peligro, porque todos sus hombres estaban muy resentidos por haber perdido a sus hijos e hijas, y comenzaron a hablar acerca de apedrearlo. Pero David encontró fuerzas en el Señor su Dios.


Entonces le dijo a Abiatar, el sacerdote: ¡Tráeme el efod! Así que Abiatar lo trajo y David le preguntó al Señor: ¿Debo perseguir a esta banda de saqueadores? ¿Los atraparé? Y el Señor le dijo: Sí, persíguelos. Recuperarás todo lo que te han quitado”.


Al enfrentarse a la tragedia de haber perdido a sus familias, los soldados de David comenzaron a volverse contra él e incluso hasta llegaron a hablar de apedrearlo y matarlo. En vez de planear un rescate, buscaron a alguien que culpar. Pero David encontró su fortaleza en Dios y comenzó a buscar una solución, y no un culpable. Cuando se enfrente con problemas, recuerde que no ayuda en nada buscar a quién culpar ni criticar. En su lugar, considere cómo puede ayudar a encontrar una solución.


Saúl le había expulsado de su propio país, los filisteos le habían expulsado de su campamento, los amalecitas habían saqueado su ciudad, llevándose también prisioneras a sus mujeres, y todo el botín, y ahora para completar su tragedia, sus amigos incondicionales en quienes había puesto su confianza y a quienes había dado protección, refugio y alimento, en lugar de compartir sus penas, levantaban el calcañar contra él y amenazaban con apedrearle. Tan negro panorama requería una fe muy grande. Con frecuencia, tanto los creyentes como las mismas iglesias se hallan en grandes aflicciones antes de que comiencen a reponerse y ver la bendición plena de Dios en sus vidas.


David pone toda su confianza en la providencia divina en medio de tan tremendo aprieto: “Mas David se fortaleció en el Señor su Dios”. Sus hombres estaban irritados: Estaba amarga el alma de todo el pueblo. La impaciencia y el descontento añadían hiel y ajenjo a su aflicción y miseria, con lo que hacían el caso doblemente gravoso. Pero David lo soportó con el mejor ánimo, aunque tenía mayor motivo que ninguno de ellos para lamentarse; ellos dieron rienda suelta a sus pasiones, pero él puso en práctica su fe y su gracia y, al fortalecerse así en Dios, guardó en su interior la calma mientras los demás se quitaban los ánimos unos a otros. Ésta era la costumbre de David, y así hallaba él el consuelo y el ánimo que necesitaba: “En el día en que tengo miedo, yo en ti confío” (Salmo 56:3). Así, ni las mayores calamidades acababan con su fe.


Esta es una gran prueba para nuestra fe: ¿Podemos seguir adelante como David, confiado únicamente en la Palabra de Dios, cuando tantos las personas que nos rodean, nos fallan y quieren hacernos daño, cuando, aun los que nos apoyaban se habían quedado atrás desfallecidos? Cuando nos hallemos decepcionados y desalentados en las esperanzas que hayamos puesto en las segundas causas, sigamos adelante con buen ánimo, y confiemos en el poder de Dios, pues así se le da gloria, “creyendo en esperanza contra esperanza” como lo hizo Abraham, Romanos 4:18, “Aun cuando no había motivos para tener esperanza, Abraham siguió teniendo esperanza porque había creído en que llegaría a ser el padre de muchas naciones. Pues Dios le había dicho: Esa es la cantidad de descendientes que tendrás”. Ten presente siempre, Dios no miente.


1 Samuel 30:17-18


“Entonces David y sus hombres se lanzaron contra ellos y los mataron durante toda la noche y durante todo el día siguiente hasta la tarde. Ninguno de los amalecitas escapó, excepto cuatrocientos jóvenes que huyeron en camellos. Así que David recuperó todo lo que los amalecitas habían tomado y rescató a sus dos esposas. No faltaba nada: fuera grande o pequeño, hijo o hija, ni ninguna otra cosa que se habían llevado. David regresó con todo. También recuperó los rebaños y las manadas, y sus hombres los arrearon delante de los demás animales. ¡Este botín le pertenece a David!, dijeron”.


El mismo día que David estaba enfrentando unas de sus mayores aflicciones, por no decir que las más difícil. Ese mismo día en que David triunfaba sobre los amalecitas, a muchos kilómetros de distancia, los filisteos (sus enemigos) triunfaban sobre el rey Saúl. Sin darse cuenta David, en su momento de mayor aflicción, se estaba convirtiendo en rey y no lo sabía. Se aprecia en esta palabra Bíblica el contraste, a fin de que los hombres puedan ver lo que resulta de confiar en Dios y lo que resulta de abandonar a Dios. Muchos pierden sus más grandes bendiciones al no soportar con fe la aflicción, al no obedecer la guía de Dios en los momentos más difíciles.


Nunca lo olvides, en tu momento de mayor aflicción, Dios está forjando en un tiempo paralelo la mayor bendición para tu vida.


Feliz día, Dios los guarde y los proteja siempre.


Un abrazo.


Pastor Kike Escobar (WMF)

Unidad Internacional de Oración (UIO)







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