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Foto del escritorPs. Kike Escobar

Una prueba de valor

Hechos 4:5-12

“Al día siguiente, el Concilio, integrado por todos los gobernantes, ancianos y maestros de la ley religiosa, se reunió en Jerusalén. El sumo sacerdote, Anás, estaba presente junto con Caifás, Juan, Alejandro y otros parientes del sumo sacerdote.

Hicieron entrar a los dos discípulos y les preguntaron: ¿Con qué poder o en nombre de quién han hecho esto? Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes y ancianos de nuestro pueblo, ¿nos interrogan hoy por haber hecho una buena obra a un inválido? ¿Quieren saber cómo fue sanado? Déjenme decirles claramente tanto a ustedes como a todo el pueblo de Israel que fue sanado por el poderoso nombre de Jesucristo de Nazaret, el hombre a quien ustedes crucificaron pero a quien Dios levantó de los muertos. Pues es Jesús a quien se refieren las Escrituras cuando dicen: “La piedra que ustedes, los constructores, rechazaron ahora se ha convertido en la piedra principal”. ¡En ningún otro hay salvación! Dios no ha dado ningún otro nombre bajo el cielo, mediante el cual podamos ser salvos”.

El tribunal ante el que comparecieron Pedro y Juan era el Sanedrín, el tribunal supremo de los judíos. Aun bajo el dominio de Roma, el Sanedrín tenía autoridad para arrestar. Lo único que no podía hacer era dictar sentencia de muerte, excepto en el caso único de que un gentil penetrara en la parte reservada del Templo.

Había setenta y un miembros en el Sanedrín. El sumo sacerdote era, en oficio, el presidente. Entre los miembros había sacerdotes, que eran casi todos saduceos, cuyo único propósito era retener el statu quo para que no peligraran su posición y salarios. Estaban también los escribas, que eran los expertos en la ley tradicional; los fariseos, fanáticos cumplidores de dicha ley, y los ancianos, que eran hombres respetados de la comunidad.

También formaban parte del Sanedrín los que se describen como los de las familias de los sumos sacerdotes; algunas veces se los llama principales o jefes de los sacerdotes. Eran de dos clases. La primera, los ex sumos sacerdotes; en los grandes días del pasado, el sumo sacerdocio había sido hereditario y vitalicio; pero en tiempo de los Romanos era objeto de intrigas, soborno y corrupción, y los sumos sacerdotes ascendían y caían de tal forma que, entre los años 37 a C. y 67 d C. hubo no menos de 28. Pero, a veces, hasta después de depuesto, seguía siendo el poder tras el trono. Segunda clase: aunque el sumo sacerdocio había dejado de ser hereditario, seguía siendo prerrogativa de unas pocas familias. De los 28 mencionados, todos menos 6 pertenecían a 4 familias sacerdotales. Los miembros de estas familias tenían un prestigio especial, y se les llamaba principales sacerdotes.

Cuando leemos este discurso de Pedro, y recordamos a quiénes lo dirigió, no podemos por menos de reconocerlo como una de las mayores pruebas de valor que se han dado en el mundo. Iba dirigido a una audiencia formada por los más ricos, intelectuales y poderosos del país; y sin embargo Pedro, un sencillo pescador galileo, se presenta ente ellos más como su juez que como su víctima. Además, este era el tribunal que había condenado a muerte a Jesús. Pedro sabía que se estaba jugando la vida.

Existen dos clases de valor. Hay un valor insensato, que apenas se da cuenta de los peligros que enfrenta, huye temeroso. Y hay una clase de valor mucho más elevada y consciente, que conoce el peligro, pero se niega a dejarse intimidar. Pedro dio muestras de la segunda clase de valor. Pedro, en aquel momento, sabía el peligro que le acechaba; pero, a pesar de todo, habló con autoridad y enfrento a sus enemigos.

Las acciones y palabras de Pedro y Juan aterrorizaron a estos líderes religiosos, quienes en su mayoría estaban más interesados en su reputación y posición que en Dios. Mediante la ayuda del Espíritu Santo, Pedro habló con denuedo delante del concilio, sometiéndolo a juicio, demostrando que El que crucificaron había resucitado. En lugar de estar a la defensiva, los apóstoles estuvieron a la ofensiva, hablando con denuedo de Dios y presentando el evangelio a estos líderes.

Podemos observar aquí, que Pedro estaba lleno del Espíritu Santo. No dice que fuera bautizado con el Espíritu Santo en esta ocasión. Él ya había sido bautizado con el Espíritu. Pero dice que Pedro fue lleno del Espíritu Santo, lo cual le capacitó para anunciar el Evangelio por medio de la predicación. A nosotros, nos hace falta también la plenitud del Espíritu Santo. Esto es algo que debiéramos buscar; es algo que debiéramos anhelar todos los días, todo el tiempo. Los apóstoles tuvieron que quedarse y esperar el día de Pentecostés, día en que todos fueron bautizados en un cuerpo. En ese día sí fueron bautizados en el cuerpo que es la iglesia de Cristo.

Cuando un nuevo creyente viene a Jesucristo, será en algún momento bautizado por el Espíritu Santo y renovado completamente, de esta manera empezara a ser parte del cuerpo de la Iglesia y dotado de dones para extender el Reino de los cielos en la tierra, esto es hermoso y maravilloso. Por lo tanto, debemos a diario buscar la llenura del Espíritu Santo y de esta manera ser instrumentos de poder en las Manos de Dios.

Continuara…..

Feliz día, Dios los guarde y los proteja siempre.

Un abrazo.

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