“Así que pongan sus preocupaciones en las manos de Dios, pues él tiene cuidado de ustedes”. 1 Pedro 5:7
Analicemos estos argumentos en contra de la preocupación:
- La preocupación es innecesaria, inútil y hasta positivamente perjudicial. La preocupación no puede afectar al pasado, porque el pasado ha pasado.
El pasado ha pasado. No es que uno pueda o deba divorciarse de su pasado; pero debe usarlo como un estímulo y una guía para actuar mejor en el futuro, y no como algo que sigue oprimiéndolo hasta sumirlo en el estrés.
- El preocuparse tampoco puede afectar al futuro El preocuparse por el futuro es trabajo perdido, y el futuro de la realidad rara vez es tan malo como nos lo presentan nuestros miedos.
- Pero la preocupación es todavía peor que inútil; a menudo es activamente perjudicial. Las dos enfermedades típicas de la vida moderna son la úlcera de estómago y la trombosis coronaria, y en muchos casos ambas son el resultado del estrés. Es un hecho en medicina que el que más ríe es el que tiene una vida más larga.
- La preocupación que desgasta la mente desgasta también todo el cuerpo. La preocupación afecta el juicio de una persona, reduce sus poderes de decisión y le hace cada vez más incapaz de enfrentarse con la vida. Que cada uno se porte lo mejor posible en cada situación, no se le puede pedir más, y que Le deje el resto a Dios.
- La preocupación es ciega. La preocupación se niega a aprender la lección de la naturaleza. Jesús nos invita a fijarnos en los pájaros, y ver la abundancia generosa que hay en la naturaleza, y a poner nuestra confianza en el amor que inspira esa generosidad.
- La preocupación se niega a aprender la lección de la Historia. Hubo un salmista que se animaba al recordar la Historia. “Dios mío, mi alma está abatida en mí, clamaba; y entonces prosigue: Por tanto, me acordaré de Ti desde la tierra del Jordán y del Hermón, desde el monte Mizar” Salmo 42:6.
Cuando todo se ponía en contra suya, se animaba con el recuerdo de lo que Dios había hecho. La persona que alimenta su corazón con la historia de lo que Dios ha hecho en el pasado no se angustiará nunca por el futuro.
- La preocupación se niega a aprender la lección de la vida. Todavía estamos vivos y tenemos la cabeza fuera del agua; y todavía, si alguien nos hubiera dicho que teníamos que pasar todo lo que ya hemos pasado, le habríamos dicho que era imposible. La lección que nos da la vida es que, de alguna manera, se nos ha capacitado para soportar lo insoportable y hacer lo imposible y pasar la barrera del dolor sin desintegrarnos. La lección de la vida es que la preocupación es innecesaria.
- La preocupación es esencialmente atea, incrédula, antirreligiosa. No son las circunstancias externas las que causan la preocupación. En la misma circunstancia, una persona puede estar perfectamente serena, y otra se muere de ansiedad. Tanto la preocupación como la serenidad vienen, no de las circunstancias, sino del corazón.
Les contare una historia. Cierto día, un hombre se encontró con un mendigo. “Que Dios te dé un buen día, amigo”, le dijo; y el mendigo le contestó: “Gracias a Dios, no he tenido nunca un mal día”. Entonces el hombre le dijo: “Que Dios te dé una vida feliz, amigo”. “Gracias a Dios, dijo el mendigo, siempre soy feliz”. El hombre le dijo sorprendido: ¿Qué quieres decir? “Bueno, dijo el mendigo, cuando hace un buen día, doy gracias a Dios; cuando llueve, doy gracias a Dios; cuando tengo bastante, doy gracias a Dios; cuando tengo hambre, doy gracias a Dios; y puesto que la voluntad de Dios es mi voluntad, y lo que a Él Le agrada me agrada a mí, ¿por qué iba yo a decir que no soy feliz cuando lo soy?”. El hombre se le quedó mirando sorprendido, y le preguntó: ¿Quién eres tú? “Soy un rey”, le contestó el mendigo. El hombre le pregunto: ¿Y dónde está tu reino? Y el mendigo le contestó tranquilamente: “En mi corazón”.
Ya lo dijo Isaías hace mucho tiempo: “Tu guardarás en perfecta paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera, porque en Ti ha confiado” Isaías 26:3.
Puede que haya pecados más graves que la preocupación, pero seguro que no hay ninguno que incapacite más. No piensen angustiosamente en el mañana, es el mandamiento de Jesús; y es el camino, no solo a la paz, sino también al poder.
Esta es la ley de la serenidad cristiana para con Dios. El cristiano debe descargar toda su ansiedad en Dios. La razón por la que podemos hacerlo con confianza es que estamos seguros de que Dios cuida de nosotros. Como decía Pablo, podemos estar seguros de que el Que nos dio a Su Hijo único nos dará también con Él todas las cosas. Podemos estar seguros, puesto que Dios cuida de nosotros, de que la vida no está diseñada para deshacernos sino para hacernos; y con esa seguridad podemos aceptar cualquier experiencia que nos venga, sabiendo que en todo Dios obra para el bien de los que Le aman.
Feliz día. Dios los bendiga siempre.
Un abrazo.
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